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bo 277 esposo á huir á tierras lejanas, sustrayéndose lícitamente al imperio de una ley local , y pasar alli dias de amargo llanto al verse léjos de una esposa tan santa y tan digna de ser amada, y á devorar en su corazon los denuestos é improperios que caerian sobre él, como sobre un hombre impío, perjuro, sin palabra y sin corazon, y sobre un padre sin entrañas, que abandonara á su esposa é hijo en el tiempo de la necesidad. Un ángel del Señor apareció al Santo Patriarca miéntras dormía , y le instruyó del gran misterio obrado en el seno de su esposa : y despues de decirle, que daría á luz un hijo, le en- cargó que él mismo como si fuese su verdadero padre, le impusiese el nombre , llamándolo Jesus (1). ¿ Qué lengua podrá referir lo que pasó entónces en el corazon del santísimo esposo, que creyéndose el más desgraciado de los hombres, supo por la voz de un mensajero celestial, que era el más afortunado de todos? ¡Ah! Levantése sin duda del lecho, y pasó toda la noche dando gracias al Señor por sus misericordias: y al siguiente día iría lleno de humildad á postrarse ante su amada esposa, y decirla que Dios se habia dignado revelarle, que se había hecho hombre en su vientre virginal, y que venia á adorarlo y darle gracias por haber escogido para Madre suya á la Vírgen, que le diera á él por esposa: y entónces, aquellas dos almas angelicales entonarían en unidad de sentimientos y afectos un nuevo cántico al Rey de las virgenes, dán- dole gracias por los favores que les dispensaba. Aprendamos nosotros á no exigir del Señor portentos, ni mara- villas, cuando nos encontramos atribulados, sino á pedir su gracia con humildad y confianza, ejercitando las virtudes de la resignacion en él, cuando sabemos que es él mismo quien nos manda los trabajos, añadiendo la de la caridad al prójimo, cuando el cielo permite que nos cause algun mal : entónces los males se convierten en bienes. ¡Oh admirable Virgen María ! admirable porque en el primer ins- tante de tu existencia estrellaste la cabeza del dragon con tu virginal pié; admirable porque siendo Virgen, fuiste Madre de Dios, y más admirable, porque en medio de tantas grandezas fuiste tan humilde, alcánzanos de tu Hijo la gracia para humillarnos en esta vida, á fin de ser ensalzados en la otra. Así sea. 0 A PRA (4) Matth. cap. 1, y. 20. nd A A A OS FL
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