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256 LIBRO DECIMOCUARTO. — ADOLESCENCÍA Y MATERNIDAD DE LA VIRGEN. $. L Los Desposorios. Como oliva plantada en la casa del Señor, iba extendiendo María los ramos de su hermosura , conforme crecían los años de su morada un el templo santo. La belleza interior, que consiste en el amor di— vino y en la abnegacion de sí mismo , fué tomando tantos incremen- tos, que hacían de ella una especie de serafin, disfrazado bajo el velo de un cuerpo sensible : pues resplandecía en su serena frente una co- mo aureola de santidad, y en todo su rostro y compuesto se notaban como ciertos rayos de sobrenaturalidad , más propia del cielo que de la tierra. Susurrábase al propio tiempo entre los moradores del lugar santo, que los ángeles la visitaban á menudo, que trataban con ella sin cesar, y áun que la servian frutas y flores, que más bien parecían celesuiales que terrenas; y notaban todos que María vivía como extá= tica en la contemplacion de las grandezas divinas, sin que esto la im- pidiese el ser amable, accesible y cariñosa para con sus iguales, hu— milde y sumisa con los mayores, y mansa y caritativa con todos. Mas si en la hermosura espiritual superaba á todos los coros de los ángeles, aventajaba tambien en la corporal á todas las hijas de los hombres; pues ni hubo ni habrá jamás otra de facciones tan delicadas, de color tan suave, ni de tanta proporcion en todo su compuesto , siendo como era la obra más perfecta que hubiera salido de las manos de Dios, despues de la humanidad de su Hijo. Pero á pesar de esta belleza deslumbradora, que producía un éxtasis en cuantos la veían , ningu- no podía mirarla , sin venerarla , y sin sentir en su corazon un incen- tivo secreto á la pureza y castidad (1). 0 Tanta erat ejus gratia, ut non solum in se virginitatemservaret, sed etiam si quis inviseret, integritatis insigne conferret. (Div. Ambro- sii, lib. de Virgin.)