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256 dad 4 un anciano y á una estéril. Ni tampoco podía contener la an- ciana la alegría que inundaba su corazon , pues le salía al rostro, en- tre cuyas arrugas asomaba toda la alegría de la juventud más lozana.. Bendito sea Dios , decía sin cesar,«que no abandona á los que confian en él. ¿De dónde me viene á mí llevar en mi vientre á la que ha de ser paraiso de Dios, y morada del Altísimo? ¿Quién dijera al hijo de Ruben (1), que la anciana había de ser madre? Sépalo ya todo Israel, y entone cánticos al Dios de Sabaot, porque pronto tendrá una hija, que romperá las cadenas de su cautiverio. Publíquese entodas partes, para gloria del Dios de las virtudes, y digase en alta voz , que ya es madre la estéril Ana; que lleva en su sene una niña”la anciana. Así cantaba en su corazon la anciana venerable, rogando á Dios, que se acercase aquel dia venturoso, en que vería en sus brazos á la deseada de las gentes. Y bien podía desearlo por cierto; porque, tan pronto como aparezca en el mundo su Hijo , se promulgará la paz , y serán arrojadas las tinieblas, no pudiendo éstas permanecer por más tiempo entre los hombres, por haber aparecido la aurora de la luz. Regocijábase la madre; y ¿cómo no lo harían los dos Patriarcas en la tierra, cuando era ya indecible el júbilo que tentfan los moradores del cielo? Sin duda alguna , los espíritus soberanos entonarían al Se- ñor un cántico nuevo, en el momento en que se dignó revelarles el gran misterio de la Concepcion de aquella niña, que estaba destinada á ser su Reina, y la Señora de todas las cosas. Pudieron estos espíri- tus ver en el momento mismo á aquélla alma , rebosando en la pleni- tud de la gracia que había recibido, y vieron en ella el espejo de la naturaleza divina , su trono, su alcázar, su reclinatorio y su tálamo. Pudieron verla siendo mucho más refulgente que ellos en las virtudes, maestra de los hombres , ornamento de la naturaleza de Adan, toda bella , toda hermosa, blanca y pura como la luna , escogida como el sol, majestuosa é imponente como ejército bien ordenado , Hija del Padre , Madre del Hijo y Esposa del Espiritu Santo. Desde el momento en que Ana concibió en su seno, se cumplió sin duda lo que el Espíritu Santo dice respecto del lecho de Salomon, el cual se veía custodiado por setenta soldados escogidos y siempre con espada en mano para defenderlo. La pequeñez del objeto cuando éste está destinado á desenvolverse y crecer hasta llegar á su perfec- cion , nada quita á la nobleza y á la grandeza moral del mismo obje- to. Desde el primer instante de su animacion estaba destinado el cuer- po de la Vírgen á ser el tálamo del verdadero Salomon pacífico, que se había de reclinar en él, tomando muestra carne; mas no lo dude- (1) Todos los Padres y escritores que hemos citado en el capitulo an: terior, dicen que uno de los que más insultaron á los Santos Joaquin y Ana en el templo cuando los rechazaron de él, era de la tribu de Ruben.

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