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199 LIBRO. UNDECIMO. —ARA— > LA PERSONA DE LA VÍRGEN. El que haya leido con atencion cuanto hemos dicho sobre la Vir- gen, que estaba predestinada á ser Madre de Dios , habrá comprendido que hemos tratado de sus excelencias como en abstracto, viajando por decirlo así por las regiones de las ideas: porque en efecto, ideas de gran personalidad, ideas de gran sublimidad, ideas de gran im- portancia en los destinos del mundo, ideas por fin, de una perfec- cion suma , aplicadas todas á lo que tenía que ser la Vírgen,, es lo que nos inspiran las cosas que llevamos descritas. Aquellos tipos gran- diosos, que viajaron con los hijos de Jacob , y estuvieron patentes al creyente en el santuario por muchos siglos, significaban mucho : pero eran objetos sin alma, que no decían casi nada á quien los veía , si bien reservaban su palabra para otras generaciones, que vendrían más tarde. Las mismas profecías , con anunciar cosas grandes relativas á esa Vírgen , necesitaban de un comentario, pues los que las ofan pu= blicar á los hombres inspirados , tenían un velo delante de sus ojos, que no les dejaba ver todo lo que ellas significaban. Sin embargo, allí estaban, como la fruta en la semilla, esas grandes ideas , esos pensa- mientos sublimes sobre la gran personalidad de la Vírgen, á quien se encaminaban. Por muchos siglos estuvo sellado ese gran volúmen de las grandezas de la Virgen, hasta que , despues de haber vivido ella entre los hombres, fueron algunos de éstos recorriendo el campo flo- rido de los simbolos y de las profecías , y como abejas solícitas forma- ron ese dulcísimo panal de las glorias de esta Virgen, presentándonos no sólo un alimento suavísimo para nuestras almas, sino una luz blan- ca, pura y tersísima , que ilumina nuestros entendimientos. Hemos seguido en sus investigaciones á estos operarios laboriosos del campo sagrado de la Vírgen, y hemos dicho con ellos, aunque babuceando como niño , lo que es esta excelsa Soberana en el órden del mundo moral , y ahora vamos á describir ya su persona y á pre- sentarla , nó en abstracto, sino en concreto. Porque debemos empe- zar á hacer muy pronto la relacion histórica de su vida con los hom- bres, y precisamente hemos de bosquejar siquiera , ya que no nos sea

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