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em » , A — E de m a 168 para poder contener el amor que empezó á tener á su Hijo. Era Dios; y 4 un Hijo que es Dios, nose le puede amar con el amor que las madres de los hombres tienen á sus hijos. No intentemos pasar adelante : pues ni la naturaleza de esas rela- ciones, ni los quilates de ese amor caben dentro de nuestro entendi- miento, y demos gloria 4 Dios, confesando que las relaciones que mútuamente ligan 4 Dios y á su Madre, sólo el mismo Hijo puede comprenderlas , y sólo él. tiene virtud para medirlas, Nosotros con- tentémonos con creer y amar , rogando á la Virgen con humildad, que nos dé una partecita de las aspiraciones de su corazon , para ser verdaderamente felices; una ligera ráfaga de sus luces, para: ser sá- bios; uno solo de sus afectos, para ser santos; y un suave destello de su amor, para ser felices para siempre. 2. UI. Relaciones de Maria con el Espiritu Santo como Esposa. En la Encarnacion del Hijo de Dios en las entrañas de la Vírgen, todo era sobrenatural y excedía las fuerzas naturales del único agen- te humano'que concurrió á la ejecucion de este portento, que era la misma Vírgen. La omnipotencia divina, la sabiduría increada, el amor infinito, eran los agentes de.esta obra. portentosa ; y tenía: que ser así, por ser la generacion temporal del Hijo de Dios la obra, en cuya ejecucion tomaban parte activa y directa, el Padre , que sin ce- sar engendra al Hijo, el Hijo que es la Sabiduría eterna , y lleva to= das las cosas á su fin con fuerza y suavidad ; y el Espiritu Santo, que es todo amor y caridad. Una vez consumado este misterio de la om- nipotencia, de la sabiduría y del amor de Dios, la Virgen como he= mos demostrado fué sublimada á la dignidad de ser Hija de Dios Pa- dre, por haberle dado éste á su Hijo; Madre de Dios- Hijo, por. ha- berle dado el sér de hombre, perteneciendo ya desde entónces á la familia de Dios. Sin embargo, la Virgen debia pertenecer bajo. dife- rentes títulos, á cada una de las tres personas divinas, pues: las tres concurrirían á la Encarnacion del Verbo divino en sus entrañas. Gon sólo decir que el Padre da á la Vírgen el Hijo que engendra eternamente , se ve cuál es el título por-el cual la llamamos su Hija; con decir que la segunda persona de la augusta Trinidad se une hi- postáticamente á la naturaleza humana en-las entrañas de esa Señora, y saber que, cuando la Virgen lo concibe, lo engendra, lo tiene ásus pe- chos, cuando ese Hijo padece, cuando resucita, cuando sube á los cjo- los, y en este instante y por toda la eternidad, el Padre engendra á ese mismo Hijo consubstancial é igual á si, se concibe tambien por qué María es llamada Madre de Dios. Así como el: Padre engendra á: sn

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