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146 cual sólo el Altísimo pasó, dejándola siempre cerrada (1); sagrario de propiciacion y union ; tierra de*hromision, que derrama para todos los hombres la leche y miel de la incorrupcion y la inmortalidad ; nube iluminada con resplandores divinos , que conduce con su mano á los que están sentados en tinieblas y.sombras de muerte , á la luz inac- cesible de la ciencia del Señor. Y ¿quién puede decir todo lo que ha producido Ja santidad de la Virgen para bien del mundo? Lo compendia en pocas palabras un breve discurso con que damos fin á esta materia , discurso más notable por las personas en euyos labios se pone , que por haber salido de la lengua del santo Doctor, enyas huellas hemos seguido (2). «Oh Señora, dice: ¿qué corona, que sea digna de tí, podrá tejerte nuestra lengua de barro? ¿Qué encomio podrá elaborar nuestra mente immana, que sea igual 4 tus resplandores? ¿Qué aplausos , aunque resuenen más al- tos que los agudos clarines, podrémos darte, que igualen á tus gran- dezas ? ¿Qué alabanzas escogitarémos, de las cuales haya una sola si- quiera, que merezca: parangonarse con tus resplandores? ¡Oh Purisima Señora!-Portí erió Dios el cielo, fundó la tierra y dió á luz la mar, el sol y toda hermosura , cualquiera que sea, y por tí existe cuanto hay, que nuestra mente pueda entender. Tú eres la:que procutaste un es- tado mejor á todas las cosas : pues toda criatura salió de las manos del Criador, para que fuese cada dia mejor y consiguiese su felicidad:; y esto hemos conseguido nosotros por medio de ti, oh Señora, digni- sima de toda alabanza; y no sólo esto , sino que tambien hemos cono- cido á Dios por tí, y hemos sido sacados de las tinieblas y del error, y esperamos la posesion de bienes inenarrables, y no hubiéramos podido desear la vida natural, si no hubiese de suceder, que por medio de ti nos viésemos libres de la oseuridad del error, y enriquecidos despues con dones celestiales. Por tí se han hecho cosas maravillosas, ora dig- nándose el Señor pisar con sus pies esta tierra, ora subiendo los hombres á fijar su morada en Jos cielos. Tú eres fortaleza y luz de los que-cami- naná Dios eon felicidad; y como el zéfiro suave á los que caminan entre los ardores del «sol, das aligato y consueloá los que suben al cielo. Pú conduces á los e xtraviadosá buen cathino, separas al hombre del infierno y lo llevas al paraiso. A ti por fla se debe todo el consuelo que recibi- mos en esta vida, y cuanta alegría inefable se nos ha de dar en la otra. «¡Cuánta belleza hay en esta doctrina ! ¡Qué ideas tan: sublimes ! ¡(Qué palabras tan consoladoras! Razon tuvo San' Isidoro para poner este razonamiento en los labios de los apóstoles, rodeando el lecho en que su Santísima Maestra iba á dormirse dulcemente en los brazos de Dios. o (1) Ezeqg., cap. 44.v. 2. (9) San Isidoro de Tesalónica, en el sermon sobre el Tránsito de la Vírgen, núm. 18, lo pone en los labios de los apóstoles, dirigiéndose al santo cuerpo ántes de darle se] ultura.
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