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34 cesitó la Vírgen que existiesen en su persona las relaciones de mater- nidad con Dios, para ser delante de este mismo Dios lo más grande que había en la serie de las criaturas , y para decirlo de una vez, la ánica de las criaturas que pudiese tocar al trono de Dios con su mano, la única que podía mirar al Sol de justicia, sin ser oprimida de su gloria , la única de todo el linaje humano que, puesta en presencia de Dios , lo copiaba, en sí misma con rasgos tan delicados y tan exac- tos, que mereciese que Dios dijese: Esta sí se parece á mí, y tiene mi semejanza ; esta es mi retrato. Dícelo así San Isidoro de Tesalónica ; contempla este santo Pa- dre las virtudes de esta Virgen, ántes que fuese Madre; y despues de dar por sentado, que si bien David dice, que todo hombre es seme- jante á la vanidad y está expuesto á la mentira, afirma que no sucede así á la Virgen, por serla flor escogida de toda la humanidad, que no se parece bajo ningun aspecto moral á los demas hombres, y dioe estas notabilísinras sentencias : «Además, cuando Dios criaba al hom - bre , pienso que por esta Virgen dijo: Hagamos al hombre á nuestra imágen y semejanza (1). Porque ninguno existió desde el principio, ni existirá hasta el fin, excepto esta Virgen, inmaculada por todos lados , por el cual pueda afirmarse con razon y justicia, que hubo al- gun hombre que llegó á tener aquella semejanza de Dios con perlec- cion total , cuanto lo permite esta carne que lo separa de Dios y de los ángeles. Ni Adan, ni ninguno de los que traen su origen de él, llenó con perfeccion todos los quilates de la excelencia humana. Por lo que, si despues de conocer esta sublimidad de nuestro destino, y de poderla buscar, no hubiéramos tenido una demostracion de su reali- dad, ni se nos hubiese puesto á la vista, dado caso que el todo de la carne no hubiese producido á esta Virgen venerabilísima , nos habría parecido en verdad que la voz divina no tuvo su efect8. En gracia por tanto de esta Virgen , oyó el hombre que había de llegar 4 aquella su- blimísima semejanza (2). » Sabido es lo que constituye esta semejanza, y de qué modo tiene que tomar parte activa el hombre , para adquirirla y conservarla, Jl hombre lleva impresa la imágen de la naturaleza divina en su misma naturaleza , en su alma, y esta imágen es indestructible: pero la se- mejanza con Dios no está impresa en la naturaleza precisamente , sino que la constituyen las acciones virtuusas del alma misma; 'ni consiste en que nuestra alma sea una , y lenga tres potencias y tres modos de obrar, siendo siempre una su sustancia y naturaleza, sino en que sea pura, santa y recta , como Dios lo es por esencia. A llevar en sí (4) Gen., cap. 1,v.26. (2) Isidor. Thessalon., serm. de Annunt., núm. XXI.

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