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136 LIBRO SETIMO. —AA LA VÍRGEN CON RELACION Á DIOS. Cuánto importe y cuánto valga la persona de la Virgen junto á Dios , lo compendian en poco las palabras de San Bernardino, que ponemos como cimiento de lo que hemos de asentar. «Es tan grande, dice este santo escritor, la alabanza que damos á la Virgen María, cuando la llamamos Madre de Dios, que decimos de ella una cosa, que mo se puede explicar; porque esta dignidad , cuyo valor se es- conde al entendimiento , no se halla en las personas creadas, cuales son el ángel y el hombre , y ni tampoco en las increadas, pues eso de tener un Hijo Dios no se encuentra sino en dos personas, siendo una de ellas la persona divina del Padre , y la outra la persona de María; que es persona humana (1).» En diciendo esto, está dicho cuanto es la Vírgen junto á Dios ; lo ha engendrado, lo ha dado á luz, es su Madre, y lo es en fuerza de portentos inefables; y entraña la mater- nidad divina de la Vírgen una cosa tan nueva y tan extraña , que el mismo Santo con una teología sublime la da una especie de superio- ridad sobre la misma paternidad divina, nó porque exceda jamás la criatura al Criador, sino porque hay cosas que, hechas por el Señor y por su criatura, son más admirables en ésta que en aquél (2). Pero no consideramos la entidad moral de la Vírgen en el concep- to. de ser Madre de Dios , sino en el de ser aquella gran Mujer anun- ciada para estrellar el poder del gran enemigo del linaje humano, destinada 4 ser Madre Dios, pero sin serlo todavía. Antes de ser esta Virgen Madre de Dios, tuvo Dios en ella sus complacencias ; y no ne- (1) S. Bernardin., serm.52,a. 3,c. 2. (2) E stoy por decir . son bas del Santo, que es más admirable la maternidad divina que la paternidad infinita. Y en verdad, para en- gendrar Dios á Dios, ninguna disposicion se requiere por parte de él, pues conviene al órden de la naturaleza, que por su propia virtud el en- tendimiento engeudre al Verbo igual al Padre en todo. Pero que una Mujer concibiese y pariese á Dios, es y fué el milagro de los milagros: porque fué necesario que esa Mujer fuese elevada, por decirlo así, á una cierta iguald: wd divina, y Jo fuese por una especie de infinidad de gracias y perfecciones, lo que ninguna criatura ha experimentado.» (Div. Bernardin. Sen., serm. 61, cap. 42.) ;

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