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ARA E ES E E 8 h ñ A ia A EA E 3 en gran parte , de patriarcas opulentos, de legisladores cé- lebres, de conquistadores gloriosos, y de príncipes y reyes ilustres (1). Pero'tambien había manifestado que sería po- bre, humilde, despreciado, ;y que no; se haría caso de él entre los hombres (2). Y como la dignidad Real sea por su naturaleza compañera inseparable de las grandezas huma- nas, y afluyan eni'derredor de ellá las riquezas y los home- najes de honor y de respeto que los pueblos la rinden, y además todo se aglomere junto á los tronos para hacerlos gloriosos, augustos y deslumbradores , no podía compren- der la razon humana cómo se habían de aunar ambos ex- tremos. Pórque ser rey grande y poderoso, y pasar al mis- mo tiempo entre los hombres con apariencias viles y ab- yectas: ceñir una corona y empuñar un cetro, y no tener esplendor mundano; ni gozar de más patrimonio que de persecuciones, afrentas, improperios y desprecios, es una espécio de problema social, que la razon humana no re- suélve , por ser'contrario ese modo de existir ¿“cuanto ha visto y palpado el hombre desde que hay: mundo. Creyó en efecto en todos tiempos la ciencia humana; que no eran conciliables la grandeza y la humildad; la nobleza y la pobreza, la sabiduria y la sencillez. Mas el Hijo de Dios habia de enseñar con su ejemplo que: no era así, pues teniendo derecho á todos los tronos de la tierra, y siendo rey inmortal do“lós siglos, entraría en el mundo trayendo un peso inmenso de gloria, escondida bajo ótro peso de humildad tambiew inmensa: y de éste: modo de- mostraba que ñada'es imposible al que enla diminuta pe- queñezde la naturaleza humana encerraba la inmensidad do la divina ; y bajo el velo dé apariencias viles y despre- ciables encubria las inmortales prerogativas del sacerdocio (1) Salm. 431, v. 1L. (2) Isai., cap. 52, v.: 14: cr
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