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130 LIBRO SEXTO. AR PERSONALIDAD MORAL DE LA VÍRGEN MARÍA. El cuadro de tantas bellezas , como aparece en la simple narracion de lo que hizo Dios por espacio de cuarenta centurias , para prepa— rar al mundo á la gran obra de la redencion , arroja de sí una ver- dad, latente en medio de esas mismas bellezas , verdad que es nece- sario saber , para comprender qué grandezas tiene el objeto á que se dirigen. Porque sucede en los cuadros de las grandes bellezas mora- les lo que acaece en los de los grandes pintores , en cuyo Campo se hallan reunidos muchos y variadós personajes ú objetos, los cuales, examinados uno por uno, son perfectos y acabados: pero ninguno de ellos, por hermoso que sea, 'explica con toda perfeccion la mente del artífice. Para comprenderla , es necesario internarse en el exá- men del todo, encerrado en la aglomeracion ordenada de cada una de las partes , y entónces es cuando se vela belleza moral que encie- rra el lienzo. Esto mismo se desprende de ese conjunto de bellezas, ordenadas por mano del supremo artífice , para formar el gran lienzo , donde está oculta la entidad moral del personaje , que Dios bosquejaba á grandes y majestuosas pinceladas. Hay en el lienzo una como impri- macion , que hace desaparecer la tosca urdimbre de la tela á que per- tenece. Aquellas palabras misteriosas , que Dios dijo á la serpiente en el paraiso, conminándola con la aparicion de una mujer que sería su enemiga y estrellaría su cerviz (1), fueron la primera mano de pin- tura sobre la cual irían apareciendo los colores que quisiese ir deli- neando el soberano Artífice. ¿Quién podía saber lo que sería esta gran mujer? Todas sus bellezas estaban por descubrirse todavía , no sa- biéndose de ella más que una cosa, y estaba ésta reducida á decir que había de venir. Pero, cómo había de ser, qué fuerzas había de tener , y con qué armas había de pelear para entrar en liza con un sér tan astuto y poderoso como la serpiente, eran cosas que todos ig- noraban ménos el Criador. (1) Gen., cap. 3, v. 15.