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INTRODUCCIÓN Á LA PRIMERA Y SEGUNDA PARTE. — ES PAGIA—Á La Encarnacion del Verbo divino enel seno de una Virgen tenía que ser la obra más admirable de la Sabiduría eter- na, no sólo porque se unirian en ella dos extremos, que distan infinitamente entre sí, cuales son Dios y el hombre, sino tambien porque en ella se empezarían 4 cumplir aque- llas promesas hechas por Dios mismo á los patriarcas, cuya realizacion: era el misterio escondido á todas las genera- ciones. Porque en la obra de la Encarnacion, que se había de verificar cuando llegase el momento decretado por la Providencia misericordiosa, no había solamente un arcano impenetrable á la razon humana, sino muchos; siendo to- dos tan sublimes é incomprensibles como la misma razon eterna. Pero, en medio de tanto secreto misterioso que perte- nece al órden de las cosas divinas, había uno que se róza- bacon la naturaleza de las cosas humanas ; que, al pare- cer, debían comprenderse porque se ven y se palpan; y, sin embargo, era tambien un misterio escondido á los hom- bres; pero claro y resplandeciente á los ojos del que con fuerza y suavidad lleva todas las cosas á un fin. Había Dios anunciado en efecto que su Hijo, que es la figura de su sustancia, sería descendiente en la naturaleza humana, de la más augusta: prosapia que tuviera el mundo, compuesta