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121 vían en la persuasion de que el hombre y la sociedad iban á ser rege- nerados. De aqui es fácil comprender, que aunque la Judea era una nacion pequeña, sus escritos proféticos habían hecho gran impre- sion en los hombres. La idea de que una vírgen había de dar á luz un niño, no era un pensamiento encerrado en los confines donde hacían su morada los profetas; la creencia de que al nacer este niño tenían que remediarse las calamidades que abrumaban á los hombres, no podía tener otro orígen sino las revelaciones de Dios , hechas des- de el principio del mundo y publicadas de nuevo por Isaías, Jeremías, y otros profetas en presencia de los reyes y de sus cortesanos: las cuales se fueron propalando de boca en boca hasta que, ganando cada dia más terreno, fueron llevadas á países lejanos , entrando al poco á ser el pábulo de aquellas imaginaciones de los poetas, los cua— les , ó corrompían con sus ficciones los dogmas y las tradiciones (1), años criminales y el movimiento inminente del cielo, de la tierra y de los mares.» Phes bien, el poeta dice al niño: Aspice convexo nutantem pondere mundum , Terrasque, tractusque maris, celumque profundum ; Aspice venturo lwtentur ut omnia seculo. Todo se iba á mover segun las tradiciones romanas. Véase ahora lo que dice el profeta Ageo : Ego commovebo colum , et terram, el mare, el aridam. Et movebo omnes gentes; et veniet desideratus cunctis gentibus. Mayor semejanza no puede darse. (1) En el libro de los Macabeos (1. cap. 3, v. 48) se dice que los gen- tiles registraban los libros de la ley para sacar de ellos las semejanzas más análogas á sus simulacros, lo que era una horrible profanacion; pues no les bastaba para su culto idolátrico cuanto habían inventado las imaginaciones corrompidas, sino que se apoderaban de lo que Dios ha- bía ordenado á su pueblo para su culto religioso, á fin de aplicarlo á la supersticion. Igualmente sucedió con los dogmas y tradiciones antiguas, pues fueron trasvistiéndolas de modo que nadie las conocía. Baste refe- rircómo los poetas griegos nos describen la destruccion de la torre de Babel, para comprender que la ficcion poética no dejó nada sin corrom- per, Ovidio, en sus Metamórfosis, nos refiere la fábula, y es como si- gue: «Dicen que los gigantes desearon arrebatar el reino celestial, y »para ello fueron poniendo unos montes sobre otros, hasta tocar á los »cielos : pero entónces, el Padre omnipotente fulminó un rayo contra el » Olimpo, y lo partió por medio, dividiendo tambien á Pelion y á Osa.» Affectasse ferunt regnum celeste gigantes, Altaque congestos tulisse ad 'sydera montes. Tunc Pater omnipotens, misso, perfregit Olympum Fulmine, et percussit subjectum Pelion Osse. En medio de tanta corrupcion una cosa sola se salvó del naufragio, y fué laidea, aunque vaga, de una regeneración social por la media- cion de un hombre y una mujer.
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