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117 S. UI. Jeremias y Ageo. A ,pesar de ser muy grandes los prodigios anunciados por Joel, para el dia en que secumpliese cuanto había prometido el Señor á las dos casas de Judá y de Israel , son de importancia menor, comparán- dolos con el que los había de preceder á todos. Era este una cosa nue- va, y jamás vista ni oida , que Dios haría en la tierra , como lo afir- ma el profeta Jeremías por estas palabras: El Señor ha criado una cosa nueva sobre la tierra: UNA HEMBRA RODEARÁ AL VA-— RON (1). Para ponderar la grandeza de este nuevo portento, en el cual una vírgen sin cooperacion humana ha de encerrar dentro de sí al varon por excelencia, no debemos echar mano de más raciocinio que del que sugirió á los Santos Padres la contemplación del misterio de la virginidad incorrupta de la Madre de Dios. Referirémos sus sen- tencias, que lo dicen todo. «Jesucristo, dice San Leon, entraen lo ínfi- mo de este mundo por un órden nuevo, y por un nacimiento tambien nuevo ; es nuevo órden , porque el que es invisible en su naturaleza divina, se hace visible en la hamana; es nueva natividad, porque es eoncebido por una Virgen , y engendrado de ella, sin que tenga parte en esta generacion la concupiscencia carnal, pues no tiene padre, y sin que padezca la más mínima lesion la integridad virginal (2).» «Se reconocen en este portento nuevo , dice San Agustin con mu- cha elegancia , cosas inefables: el que crió al hombre, se hizo hom- bre ; el que manda á las estrellas , se amamanta al pecho : y se hizo este portento nuevo, para que tuviese hambre el que es pan, sed el , que es fuente , cansancio el que es camino, y durmiese el que es luz (5).» Con la misma elegancia describe San Bernardo la novedad y grandeza de este portento de encerrar la hembra misteriosa en su seno » hace él mismo (Georg., lib. 1), cuando afirma que hubo un tiempo de felicidad para la tierra, la cnal daba espontáneamente á los hombres cuanto necesitaban , no habiendo todavía en ella, ni la sierpo venenosa, ni el lobo devorador, ni las espinas punzantes, ni las tempestades furi- bundas. Ahora dice que van á florecer los tiempos felices; que va á le- vantarse en todo el mundo una generacion preciosa como el oro; pero todo eso procede de que vuelve á tener la humanidad una nueva vírgen, mejor sin duda que la que tuvo en la primera edad de oro, y un niño que ha de nacer de ella. Poco hay que discurrir, para ver que el poeta habla de Eva , expre- sando una tradicion olvidada , y de la nueva Virgen, cuya noticia pudo darle la nacion judaica, cuyos hijos vivían en Roma cuando él escribía sus Eglogas y Geórgicas. M1) Jerem., cap 31, v. 22. (2) Serm. 2 de Nativit. (3) Serm. de Natal. Domin.

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