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104 sejos divinos para dar ser temporal al Hijo de Dios, y por consiguien- te para no ser, ni por un solo instante , sierva de la ley universal del pecado; debiendo al contrario venir al mundo para estrellar el orgullo de Satanás, y dar la muerte al que con -sus artes málignas la había introducido en el mundo. Ester, por lo tanto, fué el tipo de los destinos de la Vírgen desde el momento de su Concepcion sin mancilla, y prefiguró su eleccion de entre todas las criaturas á la maternidad divina, sus esfuerzos para salvar al pueblo que su Hijo redimía, y sus victorias sobre Lucifer. Betsabé se nos presenta bajo otro aspecto no ménos grande y majes— tuoso : es una gran señora , que se halla en todo el esplendor que le da la maternidad , porser su hijo el rey más sábio y poderoso de la tierra; está segura del afecto de este hijo y del ascendiente que tiene en su corazon; está persuadida de la bondad y justicia con que admi- nistra su reino ; su corazon le dice que este hijo no la rehusará lo que le pida ; y llena de estos sentimientos y convicciones, 'no duda acer- carse al trono, donde aquél se encuentra. Lo que allí pasó respiraba afecto materno, amistad filial, senti- mientos de nobleza y generosidad, majestad de príncipe , gloria de reina y relaciones íntimas y mutuas , que habían de durar tanto como el reinado del hijo y la vida de la madre. El Salomon terreno murió, como mueren todos los hombres, quienes por mucho «que manden, son súbditos de la muerte ; era él una figura, una sombra pasajera de cosas más grandiosas , y de un sér más sabio que él, pues sería el verdadero Salomon quien daría paz sólida á los hombres, y los haría felices en la gloria. Tambien se convirtió en polvo y ceniza su ma—= dre, la gran Betsabé ; pero así tenía que suceder: era una sombra que precedía á la aparicion de la luz: María es esta luz; ella vive y reina gloriosa é inmortal , sentada junto á su Hijo en el cielo , abo- gando sin cesar por los pecadores, y oyendo á su amado Jesus, que la dice que pida sin cesar, pues por mucho que pida , todo se le ha de conceder. Si Ester prefiguró á la Virgen en su predestinacion, Betsabé fué la figura de sus glorias en el cielo. ¡ Gloria á su Hijo ,que la amó desde la eternidad, y al escogerla para que lo engendrase en la naturaleza humana, nos dió á nosotros una Madre, en cuyo cora— z0n vive el amor, y en cuya alma hay virtud y poder para aterrar al infierno y salvar á sus hijos !

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