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LIBRO TRIGESIMOCTAVO. eS . 4 Sate a Virgen y le Iglesia they: Cieftas ela cicaee en la oli que no 0 pueden ser puéstas’ en duda, ni aun por el hombre mas escéptico, ni _, tampoco asignarseles un origen convencional de unos indi- ~ -viduos' con otros, por mas que una filosofia delirante se em- pefiase con su razon glacial en hacer de la familia humana una maquina, debida al ingenio de los mismos individuos de la ‘naturaleza racional. No sucede con esas relaciones lo que con los artefactos, 6 con los titulos de hidalguia, los cuales tienen consignado el dia y la época, en que empezaron: por- que, cada uno de los vastagos del gran drbol de la naturale- za humana, al salir del tronco, halla ya esas relaciones, sin tener que discurrir nada para formarlas, pues las ve existen- tes dentro de si mismo. Son estas, relaciones de origen, de causa, de efecto, de maternidad, de filiacion, de donacion, de deuda, de principio, de resultado. Y, ya que hemos ha- blado del drbol, necesario es decir, que hay una gran ana- logia entre las relaciones de que ‘hablamos; en el érden de la naturaleza racional y en el de la puramente vegetativa: porque, en esta la hoja esté en relacion de efecto, de resul- tado, y procedencia con la rama, teniendo esta las’ mismas relaciones con el tronco, este con la raiz, y la raiz con la tierra. Claro es que la otra parte de'la analogia son las re~ laciones de familia, por las cuales cada hombre sabe que él debe su origen y principio 4 sus padres, estos 4 sus as- cendientes, y sus ascendientes 4 otros, hasta llegar al prin- cipio criador de todo, 4 Dios: de la palabra de Dios salié la raiz de este gran arbol, de cuyo jugo vivimos. En todas las familias existen estus relaciones, y podemos decir de ellas que son como ideas innatas, que solo han ne-

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