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; ‘ 186 arroja 4 llamarlo en voz alta Hijo de Dios; pero Jesus le impone silencio, y no le permite saber. lo que él es‘. Sin embargo, es mayor la mole que él mismo se impone por su propia malicia: y debemos persuadirnos de que si el mismo Jesucristo, revestido como estaba de la forma de siervo, hu- biese dicho 4 Lucifer que él era la sabiduria del Padre, su Hijo,-Dios de Dios, y luz de luz, Lucifer no lo habria creido, y hubiera despreciado 4 Jesus, asi como Jos fariseos instiga- dos por él lo despreciaban y ultrajaban, despues de. ser testigos de maravillas, que solo. podia hacer quien fuese Dios, y despues de haber oido de. sus, labios que era Hijo de Dios, principio de. todas las cosas, y juez de vivos y muertos, _. El mismo proceder tuvo Lucifer-con la Virgen, cnya ‘ concepcion ignoraba, cuya virginidad y maternidad eran para él un caos, donde nada veia. Estos dos grandes mo- - mentos habian pasado, sin que el enemigo los columbrase;y por mas que viese, que los pastores y los magos viniesen 4 adorar. al nifio que Maria tenia, en sus brazos, no podia per- suadirse de que ella fuese mas que una muger plebeya y de _ poco. yaler: pues. veia que no tenia casa, ni hogar, ni rique- zas, y que la habia eabido en ‘suerte un. esposo, tambien plebeyo, pobre y sin mas recursos que los que le proporcio- naba su oficio de carpintero. ;Qué venfa 4 ser por tanto la Virgen 4 los ojos de Lucifer? un sér de poca importancia, si ' quizés no la reputaba por una muger vituperable, que sien- do tan hermosa y agraciada, que podia haber sido algo en. el mundo, se habia degradado hasta el extremo de dar su mano 4 un pobre menestral, que tenia que sudar para darla un pedazo de pan, y albergarla en una, mala choza. | No hay que afanarse mucho para obtener. una. demos- tracion de esta verdad: la historia de Jesucristo es la de su Madre, y en a uella encontramos bien consignadas las ideas que tenia Lucifer sobre Jesus y Maria, pues los dos son vi- tuperados de la misma manera. Veamos sind, quiénes son los que hacen sobre Jesucristo apreciaciones envilecedoras y de | Mare. cap. 1, v. 25.
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