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estrellas, el haberse reducido 4 la pequefiez de un nifio el in- menso, el estar reclinado en un pesebre el que tiene por trono los serafines, y el haberse hecho hombre mortal y pasible el Rey inmortal de los siglos. Este portento no podia probarsé con otro, porque es el portento de los portentos: pero lo prue- ban los resultados, pues los heraldos del rey pacifico han entrado ya en la tierra anunciando paz: al dejarse ver el que pacifica cuanto hay en los cielos y en la tierra, su en- trada sola reconcilia 4 Dios con los hombres, une el empireo con el valle de lagrimas, y asocia 4 los Angeles con los hom- bres: y como estos. dan crédito al gran prodigio, Dios derra- maen derredor de ellos tantas dulzuras, que manda 4 sus angeles, no solo que sean los evangelizadores de la paz, si- no de los bienes, extasiando 4 los hombres con las melodias, son el recreo no interrumpido de la Sion celestial. is que apenas los dngeles concluyen la ultima estro- su canto y se retiran al cielo, los pastores se animan mutuamente 4 ir 4 ver el gran portento, que Dios se ha dig- nado revelarles: y es tanto el fervor que han concebido, que van como llevados en alas de los vientos,y nose detienen has- —-taque no llegan 4 Behlehem. ;Qué sorpresa para aquellas al- - mas sencillas y candorosas! jQué asombro para sus corazo- nes! Una joven, que bajo el velo de la modesta mantilla que la cubre, deja entrever una hermosura que arrebata el cora- zony lo enciende en amor divino: un pobré pesebre leno de heno, ¥ sobre é1 reclinado un nifio tierno; un venerable Patriarca, que en actitud reverente contempla al tierno: in- fante, es todo lo que ven los sencillos pastores: pero la gra- cia de Dios ha bafiado sus almas, y se ve’ rebosar esta en | aquellos. labios toscos, en aquellos parpados ennegrecidos, © y en aquellas mejillas tostadas 4 los rayos del sol, y 4 las ra- fagas de la luna. Entran alborozados en el portal: ven-al _ hifio: una santa sonrisa asoma en su tosco pero expresivo -Tostro; «él es, dicen unos: el mismo, repiten otros, y con un movimiento simultineo, se arrojan todos ante la cuna, y mil veces miran al Nifio, otras tantas 4 la Madre, recono- ciendo en aquel 4 su Salvador, y en esta 4 su mayor bien- hechora, pues les habia dado el Mesias esperado.
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