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67 del bullicio de las plazas y calles, ensefiando de este modo 4 las mugeres, ctidles son los medios adecuados para conser- var el pudor, y no ser causa de perdicion 4 si mismas y 4 otros. No son menos dignos de admirarse los motivos que tuvo Maria para salir de su retiro doméstico : pues no la movid el deseo de saber si era cierto, lo que el Angel la dige- ra sobre la gravidez de su prima: ni la curidsidad de ver 4 una anciana llena de afios y de canas con los honores de la maternidad: ni mucho menos el estimulo de la vanagioria _ para contar4 su allegada los favowes qué ella misma recibie- ' fa poco antes del cielo. Era la caridad, ‘quien la sacara del retiro, y quien la Hevaba en sus alas 4 casa de su pariente para prodigarla sus cuidados: era su Hijo quien la conducia, _ para producir por la presencia de su Madre una muchedum- bre de portentos, santificando 4 San Juan y acelerdndole el uso de la razon, dando 4 la madre anciana el espiritu de profecia, é infundiendo tanta sabiduria en la suya propia _ que pudiese compendiar en breves palabras la -historia del tiempo y de la eternidad. En efecto fueron magnificos los encomios con que Santa Isabel recibié 4 su prima Maria, mas ella los oyé con mo- destia, y en medio de tanta gloria no reservé para si sino la -humildad. Pero jqué sublimidad de palabras la did su Hijo en aquellos momentos? Vidse al punto que Maria no solo era hija de David, sino que lo superaba: pues entond un canti- co en que describe la grandeza de Dios y la pequefiez del hombre, las misericordias eternas y las miserias humanas, las promesas de la redencion y ‘cumplimiento, la destruc- _cion de los soberbios y la exaltacion de los humildes, el cum- $ plimien la redencion y sus magnificos resultados, las -riquezas y hartura de los que tuvieran hambre, y el despojo -y la inedia de los ricos, las glorias y triunfos de su Hijo, y por fin las bendiciones que caerian sobre ella, mientras hu- _biese habitantes en Ja tierra. ;|Qué extension de vista! (Qué vuelo tan rapido del cielo 4 la tierra, de la tierra 4 los abis- mos, de lo presente 4 lo pasado, y del tiempo 4la eternidad! Mi alma engrandece al Sefior, contesta la Virgen, y mi espi- ritu se regocijé en Dios que es mi salvador: como si digera;
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