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— coheed ee ra * que producen igualmente asombro en nuestro espiritu,|ines si es inexplicable la dignacion benignisima del Hijo, no es eo » Mnenos inefable la excelentisima dignidad de la madre. En a eS diez y ocho afios que vivid Maria con Jesus en la vida es- condida de Nazareth, no se lee que haya este obrado nin- gun portento; pero, jpara qué queria hacer milagros? ;Qué mayor prodigio, que esta sujecion con que Jesus sirve & Maria en las cosas domésticas, y 4 J osé en un arte mecanico? Dos grandes portentos habia aqui, dice San Bernardo: por- que se ve & Dios obedeciendo 4 una muger, lo que nos pre- senta una humildad sin ejemplo, y se ve 4 una muger, mandando 4 un Dios, y esto es una sublimidad sin igual '. Sin embargo, en estas palabras vemos ya descrita una parte de las ocupaciones de Maria Santisima en su humilde hogar, en el cual vivia siempre retirada, como manda el Es- piritu Santo que lo haga la muger fuerte, que es la gloria de su esposo y el consuelo de su familia-?. Poco se diferenciaban las ocupaciones de Maria en Nazareth de las que tuviera en Egipto, pues tanto en su patrio suelo como en el extraiio, siempre se gandé para sf y para su Hijo el alimento con el . sudor de su rostro y_ las labores de sus manos. No se aver- _ gonzaba de pasar por la muger de un pobre carpintero: y mientras este estaba octpado en su taller, y Jesus le ayudaba en cuanto pertenecia al arte de pulimentar maderas, Maria estaba dedicada 4 cuanto concierne al érden y economia do- méstica,” cuidando de preparar la comida, del aseo de las personas y enseres, y empledndose en los ministerios, que parecen viles 4 los ojos del mundo, y’no lo fueron 4 los dela - Reina de los cielos. ¥ en efecto, ni lo son tampoco para quien reflexione atentamente en el. mandato que Dios impuso al hombre, de ganar el pan con el sudor de su rostro: pues con estas palabras de Dios quedaron ennoblecidos y aun santifi- cados todos los oficios y todas las artes de la vida humana, con tal que sean licitos y honestos, y sean hechos con buen fin. Asi, cuando Jesucristo ennoblecia la servidumbre, admi- 1 Homil. super Missus est. © % Prov. cap. 31, v. 27.
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