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le * No cesaron entre tanto de acongojar el corazon de la Vir- gen los temores, pues tenia siempre presente el gran peligro que habia corrido-la vida de su Hijo, y se la representaba al vivo la degollacion de los inocentes, que habia sabido des- pues de haber emprendido su viage. En efecto aun no ha- bia llegado la Virgen al valle de Jessen, cuando acaecia en- Bethlehem y sus cercanias una de las escenas mas birbaras que habia visto el mundo. Los soldados de Herodes habian asediado,los valles y contornos de Raméa y Efrata, y despues habian entrado numerosos satélites, causando la confusion mas horrorosa que pudierd imaginarse. Viva el gran Herodes y muera el nuevo Rey, era la consigna de estos verdugos, y publicdndola con rugidos de tigres, entraban armados de grandes cuchillas en cuantas casas habia, haciéndolas reso- nar con este grito, y derribando con cada golpe de su acero la cabeza de un nifio, hasta que no dejaron uno que tuviese dos afios. El horror y el espanto cundieron entonces por las comar- cas de Bethlehem, y los alaridos de las madres fueron exten- diéndose hasta los mas remotos confines de la region, cum- pliéndose entonces una profecia Ilena de tiernas emociones. Jeremias al ver que por las cercanias de Efraté pasaban cau- tivos los nifios y los mancebos de la familia escogida, fijé su mirada en el sepulcro de Raquel que se hallaba alli, y. vid 4 esta madre amante de sus hijos prorumpir en lagrimas y en voces de dolor, llorando por la pérdida de estos, sin que- rerse consolar, porque ya habian desaparecido ‘. Pero, aquel llanto y aquellos lamentos que el Profeta contemplé en Ra- quel difunta, eran ahora una realidad: lloraban las madres, loraba la sinagoga, lloraba Jerusalén, lloraba toda la co- marca; y lds collados repitieron los ecos confusos de las ma- su Madre: cada cual puede pensar lo que tardarfan en atravesar los in- mensos arenales, que hay desde los. fines de los filisteos hasta la ciudad de Elidpolis, llamada hoy el Cairo, cuando para ir desde esta 4 Suez se emplean cuatro dias yendo en camellos, y no es eso ni la mitad del ca- mino que hay para ir 4 la Judea. 4 Jerem. cap. 31, v. 15. . Ps { fi

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