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> 108 dole, que obedeceré 4 sus mandatos, y lo amaré sin inter- rupcion por los siglos de los siglos. Asi sea. at: El desierto de las arenasy Elidpolis. * Un sentimiento de tristeza asoméd al corazon de la Virgen Maria, al tener que dejar su cara patria, cuyo templo no ve- ria en mucho tiempo y cuyas solemnidades no consolarian su alma: porque no es contrario el amor divino, por quien hemos de abandonar la patria y los parientes, al sentimiento que suele asaltar 4 nuestros corazones en esos casos: antes es esto lo que aumenta nuestro mérito, haciendo 4 Dios un sacrificio de estos mismos afectos naturales y justos de nues- tras almas: pues es el mismo Dios quien nos ha dado un co- razon capaz de amor, quien nos manda amar a nuestros se- mejantes, y quien nos ha inspirado un afecto especial hacia los que estén unidos 4 nosotros con vinculos de sangre, 4 la - religion santa que hemos aprendido de los labios de una madre tierna, y 4 los lugares fondp hemos vido por primera vez cantar las alabanzas divinas. Mayor era aun la pena de su corazon virginal, el tener que habitar en un pueblo dado 41a mas grosera idolatria, y donde no era conocido el nombre del Dios verdadero: pero alegrabase al mismo tiempo, ofreciendo 4 su Hijo un holo- causto suavisimo de estos sentimientos, no entristeciéndose por tener que abandonar las risuefias riberas del Jordan, y la dulce compaiiia de sus parientes, y los encantos natura- les del suelo patrio, y pensando que llevaba consigo al Se- - flor, 4 quien se dirigen todas las adoraciones en el cielo, y & quien tenia ella erigido un templo en su corazon. Salieron pues los esposos con la luz de las estrellas, y fue- -ron atravesando las lanuras que habian andado de la Gali- lea, aprovechando los primeros albores de la mafana-y los crepisculos de la tarde, para pasar desapercibidos por aque- ‘llos caminos, que no solo eran los mas frecuentados, sino muy peligrosos, por infestarlos sin cesar las bandas de los i acne oz: