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100 cuando vivia en el templo: y al verla de nuevo en ¢1, para presentar al Dios de Israel 4 su hermoso nifio, la abrazaria como una madre abraza 4 una hija querida, derramaria l4- grimas de gozo, y'se extasiaria tambien tomando en sus brazos al Dios amabilisimo, cuyas grandezas ensalzaba y predicaba 4 cuantos se encontraban con ella. Ardia entre tanto el fuego del altar, y subia al cielo elolor del sacrificio en rescate del primogénito de la Madre de Dios, y Unigénito del Padre y suyo: y concluidas ya cuantas ceremonias pres~ cribia la ley, Simeon bendijo 4 la Madre y al Santo Patriar- ca quela acompafiaba, y que aparecia en presencia de la misma ley y del pueblo expectador como el padre de Jesus. Bendijoles pues, levantando sus manos y sus ojos al cielo; pero en el mismo instante abrié sus labios el justo inspirado, y leyendo en la revelacion, que Dios le hacia, los destinos del Hijo y los de la Madre, formuld por decirlo asi, con sus pala- bras las dos grandes épocas de la vida de la Madre de Dios, cerrando en aquel momento la de sus alegrias y goz0s, y abriendo la de sus penas, dolores y angustias. «Hé aqui dijo 4 Maria, al devolverla su Hijo, que este ni- fio esta destinado 4 ser ocasion de caida para muchos y cau- sa de levantamiento de otros en Israel, y sera la sefial 4 la cual se har4 contradiccion, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones. Y una espada de dolor y martirio, ha de penetrar y traspasar tu alma‘. Grande y do- lorosa impresion hicieron estas palabras en el corazon de Maria, pues mientras los sacerdotes ofrecian 4 Dios el sa- crificio, ella con pensamientos llenos de amor ofrecia al Eterno Padre su Unigénito, rogandole que se lo devolviese ’. {Qué dolor no sentiria por tanto, al oir la historia de 1a muerte y pasion de su Hijo dicha en dos palabras, al tiempo mismo en que el Santo Simeon se lo entregaba, Gespues de haberlo io PRenAg ante el altar? Volé el espiritu de Maria 4 Tuam ipsius animam pertransibit gladius. (Luc. cap. 2, v. 33.) 2 <Accipe, Pater, unigenitum: sed rogo ut eum mihi reddas. (S. Bona- ventur., de Purificat., cap. 4.) ‘4 a i 4 a j | i aio a a SY ERE i a

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