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\ a chet caine 88 t ‘ LIBRO CUARTO. pe oly en las grandes princesas y reinas. a En las trasformaciones politicas por donde pasdel pue- —~ ee blo hebreo, se vieron acontecimientos de suyo muy signifi- a cativos, y de una importancia muy grande para ciertas per- , Sonas, que intervinieron en las escenas como parte principal de ellas, y para la misma nacion, que reporté por ello glo- rias, riquezas, esplendor, y triunfos sobre sus enemigos. Las mujeres que hicieron papel en esos cambios, son entre todos los descendientes de Jacob las personas que mas Ilaman la atencion; porque 4 diferencia de otros pueblos, se las ve to- mar parte en los consejos de los monarcas, y arriesgarse 4 empresas grandes, honorificas, utiles -y aun necesarias para mantener el bien publico, lo que no se sabe haya sucedido en el seno de las naciones que existian antes que fuese reha- bilitada y ennoblecida la mujer por la doctrina del Redentor. Porque este la deyolvié con su religion los derechos que la ' habia quitado la brutalidad de las pasiones desarregladas, | y la did participacion en 1a civilizacion verdadera, y aun en la religion misma, en todo lo que es compatible con el de- coro de la misma religion, y con la condicion propia de la &: mujer. Pero es preciso no echar en olvido una circunstan- cia muy notable, y es que cuantas veces intervinieron las mujeres en los negocios de los ‘monarcas antiguos, 6 ad- quirieron influencia sobre ellos en el seno de las naciones iddlatras, mediaron siempre motivos de carne y de sangre, pasiones violentas y desarregladas, intrigas, venganzas, iras, sensualidad, y 4 las-veces carniceria y sangre derra- mada'. Pero en el seno de la nacion escogida no se ve nada 4 “No: hay mas que nombrar 4 la Helena de los griegos, 4 la famosa Dido, 4 la nombradisima Cleopatra de los egipcios, para que vengan al
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