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ee sido el ornamento de la nacion y la gloria de 4on de los demasoe la mujer he- Ls y 4 los guerreros, y alguna vex ‘ del combate y aleanzaron victorias; ellas entraron en las em- presas mas arriesgadas para salvar las instituciones funda- mentales de su nacion; ellas no dudaron esponerse 4 perder la vida por salvar 4 su nacion, y con intrepidez herdica 6 prudente reserva sé pe mee ener & arrostrar la arro- ae en Abigail, en mortal madre de los Soea ES digno de tenerse presente, que “Es ane 0) tiempo mu 7 todas esas celebridades entre las: hijas del pueblo hebreo le- gaban 4 serlo, y & tomar ascendiente sobre los ‘Teyes y sobre las masas, porque sobresalian entre las demas por las virtu- des propias de su estado y condicion, poseyendo ademas al-_ guna en grado especial. No hay para qué examinar el origen de estas virtudes, pues todas procedian de la fe; y.comoesta faltaba en otros pueblos, era consiguiente que se viese casi esterilizado el corazon de la mujer, y aun ae en ella las perfeccciones naturales que Dios ha « 4 Una astely aout por la pureza el | ; ha escrito un tratado titulado, De claris mulieribus, haciendo una resefia breve de cuantas mujeres célebres hubo en las edades antiguas. Son unas ciento aquellas, cuya memoria trasmite 4 la posteridady empezando por Eva y concluyendo con Juana, reina de Jerusalén y de Sicilia. Pero a escepeion de la primera y de alguna que otra que pertenece 4 la era cristiana, ni una sola se encontrard asociada al hombre para lo bueno, mientras que muchas de ellas se ven unidas 4 las empresas malas, y casi todas cifran su celebridad en su belleza natural, en sus intrigas, en sus infidelidades, y en una gran variedad de crimenes que cometieron, Ninguna es célebre por sus virtudes, y es bien rara la que lo mereciese ser por su pureza y castidad. TOMO I. 5 condujeron los ejércitos al lugar ‘ ‘ ey ee Ste 8Pia e” he dil ail
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