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169 inefable, y dice estas palabras, poniéndolas en los labios del gran sacerdote que la recibié en el templo: «Ahora, 6 nifla, entra con confianza en tu templo santo, porque en verdad, tuya es mejor que de ningun otro esta morada; 4 ti sola abro todas sus puertas, y 4 ti sola te permito que pongas tus ples donde quieras, entrando hasta en lo mas intimo y sagrado que tiene ‘’ Y, si contra la costumbre de este santo lugar sucede, que te se pongan patentes todas sus puertas, poco es esto para ti, porque algo mas que esto tiene Dios dispuesto acerca de ti en los cielos; él manda que te se abran las puer- tas celestiales, y que te apresures 4 acercarte 4 él, sin que nadie te lo impida, no obstante que es él inaccesible, para que hagas con tu hermosura, que él se deje ver pronto en la tierra y la ilumine 1mas que el sol*.» / 1 Segun la tradicion de los PP. de la Iglesia, la Virgen Marfa podia vivir y aun vivia, en el lugar santfsimo del templo. (Vid., 2.*ae sent decimocuarto, §. IL.) 2 Id. ibid. n.° XVIII. Se descubre por este raciocinio de S. Isi- doro de Tesalénica, que ‘examinaba la grandeza de la Virgen considera- da en su predéstinacion 4 ser Madre de Dios, pero sin serlo todavia, y la veia tan grande y admirable en su pureza, que bast6 un solo momen- to de existencia en la Virgen, para que al aparecer en el horizonte’de la vida, quedasen oseurecidos los angeles y,los hombres mas justos, asi como desaparecen del cielo los astros de la aurora, tan pronto como sale el sol. Tambien se ve que este Santo Padre estaba en la ereencia, de que la Virgen atrajo 4 sf por su hermosura las miradas divinas, y fué causa mo- ral, como lo diremos ahora, de las obras portentosas de la redencion: y asi lo creyeron los Santos Padres de los primeros siglos. En una ho- milfa sobre la Anunciacion, atribuida 4 S. Juan Crisdstomo, se dicen es- tas palabras dirigiéndose el santo ‘la Virgen: »Has sido mas adornada que todas las criaturas, y mas hermoseada que los cielos; resplandeces mas que el sol; eres mas ensalzada que los angeles; y cuando estabas en latierra atragiste 4 ti al Rey de los cielos.» (Oper. S. J. Chrysost. tom. XL) Las mismas ideas se encuentran cn las palabras. que siguen de S. Andrés de Creta. »La hermosura de su alma (la Virgen) subiéd 4 tanta inmensidad, que el mismo Cristo, aquella hermosura inmensa, ardié de deseo de ve- nir 4 ella, y tener de ella una segunda generacion.» (S. Andreas Creten- sis, in Nativit. Deipar.) Otro tanto se ve consignado en la antiquisima li- turgia de los griegos, en la cual, para el dia veintinueve de febrero, hay la siguiente oda 6 secuencia en Ja Misa. «Como Jesus, el dador de la _ hermosura, te amase 4 ti por ser toda hermosa, 6 Virgen inmensa y pre-

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