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LIBRO SEXTO. . a a moral de eee Maria. El cuadro de tantas Alaa como aparecen en la simple narracion de lo que hizo Dios por espacio de cuarenta cen-- turias, para preparar al mundo 4 la gran obra de la. Teden- cion, arroja de sf una verdad, latente en medio de esas mis- mas bellezas, verdad que es necesario saber, para comprender qué grandezas tiene el objeto 4 que se dirigen. Porque su- cede en los cuadros de las grandes bellezas morales, lo que acaece en los de los grandes pintores, en cuyo campo se ha- Ian reunidos muchos y variados personajes i objetos, los ctiales, examinados uno por uno, son perfectos y acabados: perd ninguno de ellos, por hermoso que sea, explica con toda perfeccion la mente del artifice. Para comprenderla, es ne- cesario internarse en el examen del todo, encerrado en la aglomeracion ordenada de cada una de las partes, y enton- | ces es, cuando se ve la belleza moral que encierra el lienzo. - Esto mismo se desprende de ese conjunto de bellezas, or- denadas por mano del supremo artifice, para formar el gran lienzo, donde esta oculta la entidad moral del personage, que Dios bosquejaba 4 graydes y magestuosas. pinceladas. Hay en el lienzo una como imprimacion, que hace desaparecer la tosca urdimbre de la tela 4 que pertenece. Aquellas pala- _ bras misteriosas, que Dios dijo 4 la serpiente en el paraiso, conmindndola con la aparicion de una mujer que seria su enemiga y estrellaria su cerviz ‘, fueron la primera mano de pintura sobre Ja cual irian apareciendo los colores que qui- siese ir delineando el soberano artifice. ;Quién podia saber 4 Gen. cap. 3, v. 15. ‘

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