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144 lebles lo que contienen los escritos de los sabios *. Y no es, que cualquiera obra 6 evento, que sobrepuja las fuerzas de la naturaleza 6 la altera, produciendo efectos que no alcan- za adar elladluz consus fuerzas, nodeballenarnosdealegria, al ver la mano de Dios en cada uno de ellos; sinoorque son estos prodigios del ultimo orden, y apenas llaman la aten- cion, comparandolos con otros de una naturaleza infinite- mente superior 4 los primeros; y tales son los que se notan en la generacion temporal del Hijo de Dios en el seno de una muger, siendo esta virgen, y no nee - ser por ser madre. Los Padres de la Iglesia. hacen::t mencion de sein estos prodigios para alabar 4 Dios. «El Senor, dice San Ambrosio, habia movido el cielo y la tierra, cuando libraba4 su pueblo de la servidumbre de Egipto; habia movido la naturaleza, a] poner una columna de fuego en el cielo, al descubrir la tier- ra entre las olas, al dar una muralla al mar, al formar un ca- mino en las aguas, al allegar cada dia una mies de fruto ce- lestial en el desierto, y al hacer que del pefiasco saliesen torrentes de agua potable. Tambien lo movié en la pasion de nuestro Sefior Jesucristo, cuando el cielo se cubrié de tinie- blas, el sol huy6, los pefiascales se hendieron, los sepulcros 4 Suetonio habla en el citado libro, del milagro que ocurrié en Roma cuarenta aos antes del nacimiento de Cristo; y el historiador cristiano Osorio nos dice (lib. 6, cap. 20), que este portento fué el haber ma- nado una fuente de aceite en aquelia ciudad por todo un dia. Hoy dia atin se ve en la iglesia de Santa Maria, trans Tiberim, una lépida que dice estas palabras: En esta iglesia, que fud la primera consagrada 4 la Madre de Dios, broto del suelo una fuente de aceite en otro tiempo, cuando era una casa de disolu- cion, y prefiguré el nacimiento de cristo. Otros muchos prodigios sucedicron por el mismo tiempo en Roma, pues segun refiere Diodoro Siculo (en el libro 87), «muchas esldtuas heridas por el cielo se derritieron, siendo marméreas, como si fueran de cera; otras cayeron de sus nichos, y entre ellas una de Jupiter, colocada sobre una gran columna; tambien cayé por tierra, sin saber como, la estadtua de la loba, consagrada con Romulo y Remo; y por fin, los. caractéres sacros con que estaban escritas las leyes en varias columnas, se confundieron y borraron de tal manera, que no habia modo de poderlos leer, sucediendo todo esto en el Capitolio.»
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