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a SRR on ft 141 §. Il. Jeremias y Ageo. _ A-pesar de ser muy grandes los prodigios anunciados por Joel, para el dia en que se cumpliese cuanto habia prome- tido el Sefior 4.las dos casas de Judd y de Israel, son de importancia menor, comparandolos con el que los habia de preceder 4 todos. Era este una cosa nueva, y jamdas vista ni oida, que Dios haria en la tierra, como lo afirma el Profeta Jeremias por estas palabras: El Seftor ha criado una cosa nueva sobre la tierra: UNA HEMBRA RODEARA AL VA- RON ’. Para ponderar la grandeza de este nuevo por- obras de los poetas antiguos, las cuales hablan de cosas grandes y estu- pendas que tenian que suceder muy pronto. Baste para comprobar esto, referir aqu{ los versos de la égloga 4." de Virgilio, que dicen asf: Ullima cuma@i venit jam carmin’s elas, _ Magnus. ab integro seclorum'nascitur ordo. , Jam redit et Virgo, redeunt saturnia regna, Jam nova progenies colo demittitur alto. Habla aqui el poeta de grandes y saludables reyoluciones, que se ope- rarian en la humanidad, de un nuevo orden de cosas que iba 4 empezar, las cuales dependian de dos cosas, 4 saber: de la aparicion de una virgen, y de la yenida del cielo de una prole divina. La nueva edad de oro, que el poeta describe, supone que hubo otra, cuya descripcion hace él mis- mo (Georg., lib. 1.), cuando afirma que hubo un tiempo de felicidad para la tierra, la cual daba espontdneamente 4 los hombres ‘cuanto necesitaban, no habiendo todavia en ella, ni la sierpe venenosa, ni el Jobo deyorador, ni las espinas punzantes, ni las tempestades furibundas. Ahora dice que van 4 florecer los tiempos felices; que va 4 levantarse en todo el mundo una generacion preciosa como el oro; pero todo eso procede de que vuelve 4 tener la humanidad una nueva virgen, mejor sin duda que la que tuvyo en Ja primera edad de oro, y un nifio que ha de nacer de ella. Poco hay que discurrir, para ver que el poeta habla de Eva, espresan- do una tradicion olvidada, y de la nueva’ Virgen, cuya noticia pudo darle la nacion juddica, cuyos hijos vivian en Roma cuando él escribia sus Eglo- gas y Gedrgicas. 1 Jerem., cap. 31, v, 22.

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