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: con deseribir sus dotes propios de la naturaleza divina, sino que pasa 4 hacer tambien una relacion de los efectos asom- brosos que su aparicioh ha de causar en la humanidad. Ha- bla ¢l profeta de los cambios, que la gracia divina ha de pro- ducir en los hombres, y continuando su magnifica alegoria, dice estas palabras: Habitaré el lobo con el cordero, y el pardo se acostaré con el cabrito ; el becerro y el leon y las ovejas, andarén juntos, y un niiio pequeitito los conducird. El becerro y el oso pas- tardn juntos, y sus crias reposardn juntas, y el ledn comerd paja, como el buey. El niiio de teta se divertird sobre la cueva del aspid, y el-destetado meterd la mano en la caverna del basilisco; no daita- _rénni matardn en todo mi monte santo, porque la tierra estd Nena de la.ciencia del Senor, ast como si la cubrieran las aguas del mar *. ', Vese por tanto en esta profecia descrito el oficio del Hijo de Maria, que era embalsamar el mundo con los aromas de todas las virtudes, para que las almas, enamoradas detan- ta suavidad, se apresuraserf4 correr detras de 61; pero entre tanto, el profeta no dice explicitamente lo que es el Hijo, sin afirmar implicitaments; lo que = ser la vara que produjo esta flor *. _ No encerré.el profeta sus Eicisdsies : en sola la mater- nidad de Maria, pues tambien vid con toda claridad el modo admirable de la union de su fecundidad divina con la virgi- nidad, seiialando esto como un portento de los mayores que ha obrado el poder divino, y como un signo cierto de 1 \leai eapiady 26) ®: J -2~Con mucha preeision compendia todo esto S. Ambrosio en la siguiente frase; «La raiz, dice, es la familia de los judfos; la vara, Marfa; la flor ode Marfa, Cristo, quien borré el hedor del cultivo mundano, ¢ infundié nel’ olor de la vida eterna.» (Lib. de Benedict. Patriarch., cap. 4.) Con Ta misma elegancia dice este Padre lo siguicnte. «La vara es Marfa, y su »flor es Cristo, quien dice de s{ mismo: Yo soy la flor del campo ¥ el lirio de »los-valles; la flor conserva su olor aunque la corten, lo aumenta si la sajan, y no la pierde aunque Ja arranquen. Y asf sucedié con Jesucristo, esque en el patibulo de la cruz no se evapord, ni se marchitd; con la slanzada se colored de nuevo esta flor, flor eterna, que no sabe lo que es *morir, y exhalé para los muertos el don de la vida eterna,» (Lib. 2 de Spiritu sanct., cap. 5.
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