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114 enemigo, y elegida por ‘el divine Asuero, despues de haber repudiado 4 la antigua Eva, |para ser Su esposa, disponiendo al efecto un banquete, en el cual toman asiento cuantos sier- vos y ministros hay en su Iglesia? Esta es aquella Ester, que sola entre todos no tomé asiento en la comida de Amén, abs- teniéndose de gustar la hermosa fruta antigua, para no con- tagiarse. Esta es la Ester que, llena de inocencia, ruega 4 Dios por nosgtros criminales; esta es Ja sola Ester, que sola puede penetrar en el retrete de Asuero, ‘no cayendo en pena de muerte, porque una ley singular |la exime de ella. Era este el edicto promulgado por el Rey del cielo contra toda la hu- manidad, de la cual se habia retirado 4 oculta morada, no pudiendo nadie entrar en su presencia, si no se extendia so- bre él en signo de clemencia el cetro real, que es la santa Cruz. Pero esta Ester, sabiendo que no estaba desnuda de _gtacia divina, marcha con paso seguro, apoyandose en una sierva, que es la confianza en Dios, y llevando otra su ves- tido para que no arrastrase por los suelos, que es la humil- dad, que era, en ella la guarda de la$ demés virtudes, y entra ella sola en el cuarto del rey.» — Hasta aqui va este escritor piadoso poniendo en relieve la figura y la realidad; mas despues de haber contemplado cudn perfectamente conviend ala Virgen | en el orden de la gracia y de la _Predestinacion lo que Ester ‘ejecutd en el pala- cio de Asuero, se dirije 4 la misma Virgen con este razona- miento. «;De dénde te viene tanta confianza, 6 Virgen Ma- ria? Hé aqui que el mismo rey vuelto 4 ti con un espiritu lleno de mansedumbre, y como fuera de si por el exceso de amor que abriga. en su corazon, se levanta del trono de su majestad, sosteniéndote 4 ti, sola y unica, para que no te ca- yeras, porque sin duda, 6 muy amada, si él no te sostuviese, tt caerias; pero, para que comprendas que Ino caerds, te aca- ricia y te agasaja, diciéndote: ; Qué tienes, Ester? Yo soy tu hermano; no temas: ti no has de morir, pues para todos menos para. ti se ha establecido esta ley. Oid pues todos, concluye el mismo, oid lo que no se aprende en la escuela de los dialéc- ticos 6 de los fisicos. El Asuero celestial, declara 4 Maria inmune de la culpa y exenta de la ley de la muerte. Para s det ees ae ui il anes
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