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106 mismo, si lo queria'; y con el mismo razonamiento recibidé las ultimas pinceladas: el bellisimo cuadro de las glorias de la Virgen que representaba entre oscuros tintes la excelsa Ester. Fué llamada hermana del rey, fué-proclamada la pri- mera de las mugeres, declarandosele que era duefio de la mitad del imperio, mejor dicho de todo él, pues era dueiio del corazon del monarca; pero todo eso era la consecuencia de su eleccion, 4 una dignidad, que entrafiaba necesariamente la exencion de una ley, que nopodia incluirla 4 ella, no obs- tante que no exceptuaba 4 ninguno de todo el imperio. Todos sin excepcion tenian que morir si entraban 4 ver al rey sin ser llamados, porque una ley irrevocable asi lo prescribia; pero ella no estaba comprendida en esa ley, porque se habia decretado para ella-sola otra ley de inmunidad, de exencion, de privilegio, por exigirlo asi el haber sido llamada 4 ser la hermana, la querida, la esposa del mismo legislador. Indudablemente la reina Ester hizo sus gestiones con el monar¢a por un movimiento interior del Espiritu Santo; pero es preciso confesar, que Asuero hizo lo que hizoy hablé lo que habld, siendo dirigido en todo por una virtud sobrena- tural, muddndole Dios el corazon de leon en el de cordero. . iQué majestad al levantarse de su trono! ;Qué fuego en sus pupilas, al ver que se faltaba 4 la ley universal! ;Qué deci- sion para tomar en el acto venganza del insulto hecho 4 la inviolabilidad de la majestad! Pero apenas ve el monarca, que la que viene acercdndose al trono es su amada Ester, no solo cesa su furor, como cesan de encresparse las olas del _ mar al tocar 4 Ja arena, sino que se reviste de clemencia y respira amor, pero amor tierno, mezclado siempre de gran- deza. ;Qué afectuoso se muestra con Ester! jCémo la reclina en sus brazos! jQué palabras tan consoladoras la dice! Sor- prendida debié de estar toda la corte, al ver una escena tan inusitada; mas sorprendida quedé, cuando oyé que habia una ley que ‘estaba escondida en el corazon del rey Asuero, y atin no maliia descubierto él 4 nadie. Sea asi, quiso decir el { Est. cap. 5, v. 3. «

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