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y meños que el primero. El superior monástico tie- ne jurisdicción universal sobre sus súbditos; y el di- rector sólo la tiene particular sobre sus dirigidos, es decir, cuando acuden á él con algún asunto. Un Guardián manda sin consultar al súbdito; un direc- tor no puede, no debe hacer esto. El Guardián pue- de hacer obligatorias, bajo pecado, obras indiferen- tes; el director no puede hacerlo, sino en alguna cir- cunstancia muy extraordinaria. El que desobedece á su Guardián, peca siempre; el que desobedece á su di- rector, no peca más que en algún rarisimo caso. Final- mente, la obediencia á un superior monástico debe ser minuciosa; á un director, basta que sea general. Las personas que se han formado ó se forman una idea supersticiosa de la dirección espiritual, son, por lo común, las que tienen mucha comunicación y tra- to con su director: este trato frecuente fomenta en ellas el amor propio, que les lleya á complacerse en ser gobernadas, y vivir bajo la apariencia de una ad- ministración espiritual: esto hace insensiblemente al alma misteriosa, inquieta, vana; y como un abismo llama á otro abismo, acaban por hacerse sentimenta- les, lánguidas, románticas ó afeminadas. En una pa- labra, el término de esta dirección suele ser la falsa espiritualidad. Por eso no debemos ir al director con mucha frecuencia, sino sólo cuando hay necesidad; y antes de ir, debemos examinar, silo que vamos á preguntarle 6 consultarle es cosa que merece la pena y que pertenece á su oficio, porque si no lo es, vale más dejarlo. Niaun para buscar consuelo simplemen- te quieren los autores que vayamos al director, por- que esto puede traer losinconvenientes que dejo men- cionados. Hasta nuestras entrevistas deben ser cor- tas, sin prolongarlas más que el tiempo necesario pa- ra despachar el asunto que nos llevó 4 su presencia. Yo no he leído nunca que una persona se perdiera, porquetrató poco á su director; mientras que estoy cansado de leer ejemplos muy tristes de las que se

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