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69 rección de las almas, no pienso decirte ni una sola palabra de mi propia cosecha. Todo lo que en él afir- me ó niegue, ten entendido que es afirmación ó nega- eión de algún Santo, ó de autores muy aprobados en esta materia; y si no cito sus palabras textuales, es por no hacer alarde de una erudición que no tengo, y por dejar correr la pluma con llaneza, sin embro- llar el asunto con citas innecesarias. A pesar de todo esto, pongo manos á la obra con temor, recordando que la Iglesia tiene condenadas varias proposiciones relativas á este asunto, proposiciones que teórica y prácticamente defienden cada día algunas almas, sin saber lo que se hacen. Comienzo, pues, diciéndote que para llevar una vida cristiana, cumplir la ley de Dios y salvarse, no se necesita director espiritual; pues si éste fuéra absolutamente necesario, pocas almas se salvarian; pero para llevar una vida interior, para caminar por la senda de la perfección cristiana, el director es de suma necesidad. Puedes éstar segura sin director, si te propones vivir sentada sobre el polvo de las mise- rias humanas, ó permanecer tranquila en medio de tus pequeños é imperceptibles adelantos; pero si de- seas aprovechar, si deseas santificarte, si quieres co- rrer por el camino de la virtud, no yas segura, si no tienes quien te guíe. Muchas almas que: habían co- rrido ya gran parte de ese camino, se han extraviado y se han perdido por falta de dirección. Aquellas tristes líneas que, como te decía en otra ocasión (1) escribe en el libro de la vida el Angel Custodio de muchas personas devotas, y que dicen: ¡Santidad frustrada! ¡Vocación mal correspondida! en la mayor parte de los casos, no tiene otro origen que la falta de dirección. Por eso, tódos los Santos convienen en que la primera cosa que debe hácer un alma que de- sea santificarse, es elegir un buen director. (1) Carta IL.

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