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64 sacar de ellos. Esto es convenientísimo que lo hagas por la noche á última hora, antes de acostarte, de modo que te coja el sueño pensando en lo que has de meditar al otro día, y si tu sueño fuera interrum- pido, procura recordar la lectura que le precedió, haciendo alguna jaculatoria, Al despertar por la mañana, sea tu primer cuidado ofrecerá Dios tu corazón, hacer una comunión espiritual, y vestirte con toda modestia; entretanto acuérdate de lo que has de meditar, y reza las principales devociones del cristiano cuando se levanta, devociones que para tí no deben ser muchas ni largas. Después procede á la oración, ya en casa, ya en la iglesia, si esto te es po- sible: pero de todos modos debes guardar un extricto silencio hasta haberla terminado. Puesta ya en la presencia de Dios y pedida la gra- cia para hacer bien la meditación y para sacar de ella el fruto propuesto, no omitas nunca ese preludio que consiste en formarnos cierta imagen ó pintura del objeto Ú asunto que vamos á meditar. Esto tiene la ventaja de que, si nos distraemos; volvemos á tomar fácilmente el hilo de la oración, como se vuelve á un objeto que estamos copiando, cuando algún ruido nos hizo apartar de él la vista. Hecha ya de este modo la composición de lugar, comienza el ejercicio de la memoria, recordando las circunstan- cias del asunto que se medita. En estas circunstan- cias debemos fijarnos mucho, porque en ellas está la raíz de nuestros afectos y resoluciones; mientras que por el contrario, en su omisión consiste muchas veces la sequedad, la aridez, y hasta las distracciones que se padecen en la oración. Por eso conviene gran- demente que la memoria recuerde, Quién? Qué? Dónde? Cómo? Cuándo? Por qué motivo y con qué medios? pues estas circunstancias son aplicables á todos los asuntos que se puedan meditar. Después de esto, entra á funcionar el entendimien- to, haciendo aplicación: particular de las verdades
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