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45 otros mismos podemos haceren la grandiosa obra de nuestra santificación; pero al fin es menester persua- dirnos de ello, porque la santidad nose funde en ficciones brillantes y conceptos equivocados, sino en la verdad pura, desnuda y despojada de toda cuali- dad imaginaria. Es preciso, por lo tanto, saber bien lo que la Escritura Divina y la Iglesia santa nos en- seña sobreeste asunto. Sin andar con rodeos te voy á decir de una vez, cara Teófila, que nadie, absoluta- mente nadie, es capaz, por sí solo, de dar un paso en el camino de la virtud. Es una verdadde fe enseñada por Jesucristo, que decía á sus dias «Sin mí, no podérs nada (1), absolutamente nada. Así como el sarmiento tierno no puede dar fruto, separado de la vid, así vosotros tampoco lo daréis, sl no estais unl- dos conmigo. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que está unido á mí y yoá él, es el que única- mente puede dar fruto, porque sin mí nada podéis.» Y no sólo no podemos por nosotros mismos dar un paso en el camino de la virtud, ni resistir á los ene- migos de nuestra salvación, sino que ni siquiera po- demos pronunciar una palabra meritoria ni tener un pensamiento bueno sin la ayuda de la gracia. No somos suficientes, por nosotros mismos, ha dicho el Apóstol, para pensar nada bueno: is nues- bra suficiencia viene de Dios. El nos da el pensar y querer el bien, y después de querido nos ayuda á obrarlo, y después de haberlo hecho El casi todo, nos lo premia, comosi nosotros solos lo hubiéramos he- cho. Por eso decía un piadoso y elocuente escritor: Yo sé, Señor, que no puedo obrar sin tí; que por tí obro, y que cuando obro merezco; pero no merezco sino porque tú me ay udas á merecer, como me ayu- daste á obrar... Sé quetú eres como la madre, y yo como el niño pequeñuelo en quien la madre infunde el deseo de andar, y luego le da la mano para que Joan. 5.

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