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peleando de buena voluntad. Pero ¡ay! me espanta una cosa. Si yo hubiera de pelear sólo con el mundo y con la carne, no tendría miedo; porque estoy resuel- ta á no ser mundana, y á no hacer á mi cuerpo inde- bidas concesiones; pero luchar con el demonio, ¡ay Jesús! luchar con ese horrible monstruo de quien tan espantosas cosas he leído; pelear con una legión de espíritus infernales como se lee de algunas Santas... ¡qué espanto! Vamos, que yo no tengo valor para eso, y si me viera en tal caso, me taparía la cara con las manos y encomendaría mi defensa á la Virgen Ma- ría 6 al Angel de mi guarda. Por eso temo entrar de lleno, en la vida espiritual, porque cuando el enemigo con sus horripilantes tentaciones tome por su cuenta una persona tan frágil como yo, no sé qué medio le puede quedar á esa pobre alma para no caer y con- denarse.» Estas últimas palabras, cara Teófila, encierran, (no te espantes al leerlo), encierran una blasfemia y una herejía; pues casi se confunde con la horrible doctri- na que enseña la necesidad de pecar. Si tu entendi- miento estuviera acostumbrado á raciocinar, pronto llegaría por ese camino á esta última consecuencia; y á imitación de ciertos herejes ilusos, tomarías en las tentaciones una actitud puramente pasiva, queen la mayor parte de los casos equivaldría al consentimien- to, y por consiguiente, al pecado. Los herejes á que me refiero, exagerando el poder del demonio, cayeron en una especie de maniqueismo místico, según el cual Dios y el diablo son dos potencias casi iguales que se disputan la posesión de las almas: Dios por medio de la fe, la gracia y los sacramentos; el diablo.por medio de sus maquinaciones y seductores halagos; y el que más puede, ese se la lleva. De modo que, según este im- pío error, el hombre apenastoma parte alguna en la Obra de su salvación; es simplemente el campo de batalla donde se disputan la corona dos poderes in- visibles. ¡Horrible sistema! ¡Desesperante doctrina!
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