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con todos: he aquí mi perfección.» Otra puso el gra- do supremo de la perfección en rezar muchas Oracio- nes, oir muchas misas y hacer muchas comuniones: y la última, muy mística por cierto, la puso en el re- cogimiento interior, en el amor á la soledad y al Si- lencio, que es donde Dios se comunica al alma. según la expresión de un Profeta.» , ' ¡Qué engaños, Teófila, qué engaños! Yo he conoci- do también muchas almas queeran del mismo pare- cer que tus amigas; y lo que es más lamentable, reli- giosos yweligiosas que hacían consistir la perfección en frecuentar el coro, hacer mucha oración y ser pun- tuales en la observancia regular. No cabe duda que todos estos son medios poderosos para conseguir la perfección; pero entre los medios y el fin hay una di- ferencia inmensa que no'se debe perder de vista; y el tomar lo uno por lo otro, confundiendo ambas co- sas, suele traer funestos resultados. Así vemos en el mundo muchas personas de estas que indignamente llevan el nombre de beatas, indóciles, caprichosas, obstinadas en su propio parecer y juicio; presuntuo- sas, que ponen su perfección en practicar las devocio- nes que son de su agrado, y se turban y se enojan y se creen perdidas cuando la caridad, la obediencia 6 la necesidad las aparta de ellas. Por lo que hace á tí, amada Teófila, no quiero que seas de este número: que la verdadera piedad, la perfección verdadera, es algo más sólido. Veamos, pues, en qué debemos hacerla consistir, atendido nuestro presente estado de na- turaleza caída y reparada por Cristo. Entro de lleno en la cuestión, porqueel ventilarla es de suma impor- tancia, y en este punto es preciso desterrar del alma toda duda. Si tienes presénte lo que en mi anterior te decía, fácilte será en esta coger el hilo del raciocinio. Vamos al asunto. No siendo otra cosa la perfección cristiana, en ge- neral, según tenemos demostrado, que la unión del alma con Dios por amor, parece que la perfección in-

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