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quieres cerciorartesi será ó noserá ese el estado á que Dios te llama. Por esto, añades, «le pido á usted que, »por amor ála Virgen Santísima, me dé algunas »señales claras y terminantes, por las cuales pueda »yo conocer si soy ó no soy llamada á ese estado de >perfección; y, en caso de serlo, de qué medios he de »valerme para formentar mi vocación y no perderla, »como á otras almas ha sucedido.» ¿Te parece á tí, cara Teófila, que es cosa fácil dar lo que me pides? ¿Crees que las señales de vocación verdadera las tengo yo aquí en la manga, como las estampas y medallitas que reparto á los chiquillos cuando salgo del convento? Pues no hay tal cosa, hija mía, y por eso me he quedado suspenso y para- do al comenzar esta carta, y hasta quería evadir el compromiso de contestarte; pero me lo has pedido poramor de nuestra Inmaculada y dulce Madre, y no puedo negarme á ello. Si pudiera tener el gusto de pasar contigo un rato de santa conversación, me ahorrarías este trabajo, porque observando tu pro- ceder y examinando tus aspiraciones, resolvería yo esta cuestión más fácilmente que puedes tú resolverla con la contestación que voy á darte; pero ya que esbo no es posible, intentaré siquiera satisfacer tus deseos, dántote las señales que me pides. De ellas, unas sen, por decirlo así, naturales, y obras morales. La primera de todas es la. inclinación natural al estado religioso, acompañada de la correspondiente aptitud de alma y cuerpo para desempeñar las fun- ciones y cargos del mismo. Digo inclinación natu- ral, porque como la gracia se acomoda ordinaria- mente á la naturaleza, Dios suele mostrar por medio de tendencias naturales é inclinaciones prematuras el estado 6 género de vidaá que destina á sus cria- turas. Asi, por ejemplo: si á una joyencita se le nota cierto amor al retiro; si le fastidian los juegos bulli- ciosos en que se entretienen otras de su edad; si le causan horror los dichos 6 acciones indecentes que

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