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335 cuerpo social, como sufre el cuerpo humano cuando alguno de sus huesos está desconcertado y fuera de su sitio. Pues para que tantos males no vengan sobre ti, sigue las inspiraciones de la gracia y abraza el esta- do á que Dios te llama. Esas cosas que ahora sientes son síntomas de verdadera vocación religiosa, y es preciso que pidas á Dios luz y gracia para conocer claramente su divina voluntad. Muy propias son pa- ra este caso aquellas palabras de David: Enséñame, Señor, á cumplir tu voluntad, porque tú eres mi lios. Y aquellas otras de Samuel: Habla, Señor, que tu siervo escucha, para poner por obra lo que tú le di- gas: 6 bien aquella pregunta de San Pablo: Señor, ¿qué quieres que haga? A un alma que así-se porta y consulta su vocación con Dios y con personas com- petentes, no le negará Dios sus luces; y cuando abra- ce un estado, podrá consolarse en las afliciones de la vida con solo decir: Señor, tú me has colocado en el estado en que me hallo, y por tu cuenta corre fa- vorecerme, y hacer que consiva en él mi salvación. ¡Dichosas las almas que así puedan hablar! ¡Dicho- sas las que no yerran la vocación! Felices mil yeces las que ocupan el lugar en que Dios quiere que estén! Que tú seas una de esas almas dichosas, es lo que de» sea tu afectísimo Padre, Fr. AMBROSIO.

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