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330 despacharte con la largueza que tu filial confianza merece. En el lenguaje católico, vocación significa un lla» mamiento amoroso que Dios hace al hombre, dán- dole á conocer el estado ó manera de vida en que quiere ser de él servido; y ese estado ó fin á que Dios le destina, es el 20 especifica la vocación á una clase determinada; y así decimos vocación ecle- siástica, vocación av vocación de mártir, vo: cación de misionero, etc., según el destino á que uno se siente llamado por Dios interiormente. Sen- tados estos principios, claro está que yo no he de hablarte á tí más que de la vocación religiosa, y de los medios tan distintos como admirables de que se vale el Altísimo para darla á conocer. Hay una manera de vocación que podríamos llamar especial ó eficaz, porque Dios se la hace sen- tir al alma con tanta claridad, que á ella no le cabe la menor duda de lo que Dios quiere, pues conoce interiormente que Dios la llama y para qué la llama; y en este caso claro está que el alma no puede dejar de corresPender á la voz de Dios, sin ofenderle y expo- nerse 4 peligro de eterna condenación. Poco importa que el medió que Dios se vale para dar á conocer su voluntad soberana, sea ordinario ó extraordinario, fuerteró suave, ni que la persona que recibe ese don sea buena ó mala, santa ó perversa; porque, como dice el Apóstol, los juicios de Dios son incomprens sibles, y sus caminos no los puede investigar la mi- rada del hombre mortal; mas en último resultado, siempre será cierta la obligación de obedecer al llama- miento divino, sea cual fuere el medio por donde venga y el estado interior de la persona objeto de esa vocación. Dios llama á veces con ese llamamiento eficaz á las almas virtuosas ó inocentes para mostrar que quiere premiar con esa gracia la inocencia y la virtud; y otras veces llama con el mismo llamamiento á perso-
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