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medios que ayudan á conseryar el recogimiento inte- rior, destruyen eficazmente las distracciones. Siendo el recogimiento lo contrario de las distrac- ciones, y consistiendo estas en la volubilidad vagancia con que la mente salta de un objeto á otro, separándose de aquel á que debe atender, resulta claro que el recogimiento es la atención con que el alma se fija en un objeto, rechazando todos los otros que la imaginación le presenta delante; y dicho se está que un alma devota debe tener por objeto de su atención á Dios y á lo que con Dios se relaciona. Es tanta la necesidad que nosotros tenemos de esa atención fija y constante, para adelantar en la perfección, que no sé cómo ponderarla. Sin ella no oiremos nunca la voz de Dios en lo interior del alma, y pasarán desaperci- bidas las inspiraciones de la gracia, y nos sorprende- rán con frecuenc ia las tentac iones, y no podre mos conseguir la presencia de Dios, y perderemos el hábito de orar, si por fortuna alguna vez lo tuvimos; y la oración misma sin esta atención santa, no será más que un diluvio de distracciones, porque mientras nos ocupamos en las faenas ordinarias, no suele divagar mucho la mente entretenida con el trabajo; pero cuando lo dejamos para meditar, como no tiene en- tonces objeto en qué cebarse, divagará de una parte á otra, si no está habituada al recogimiento interior. De aquí la necesidad que tenemos de conocer y poner en práctica los medios que contribuyen á ese recogimiento, entre los cuales merece sea tenido en cuenta la guarda del corazón, porque así como para tocar bien el pian», ó cualquier otro instrumento de cuerdas, necesitamos que esté bien templado y dis- puesto para tocar, así también es preciso que nuestro corazón, principal instrumento de la vida, esté dis- puestoy bientemplado para el recogimiento interior: pues de lo contrario no padrá habar harmonía y con» cierto con instrumento destzmplado. Por esto sin duda dijo Salomón en los Proverbios: «Guarda tu