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OS 10 otros decían que la teoría allí defendida es una cosa tan nueva como impracticable en el mundo: otros que ¿para qué sirven las doncellas en el mundo si no se casan? y por último, la mamá decía que, pues ella se había casado, su hija también se había de casar.» ¡Bien, Teófila, bien! Me alegro que todo eso se diga de mí porque así tengo ocasión de yindicar la verdad y dejarla en el alto puesto que le corresponde. Voy, pues, á contestar á cada una de esas cosas por su or- den; y antes de todo te diré quéá los que me ofenden llamándome loco, iluso, revolvedor de las familias y otras lindezas por el estilo, sólo puedo contestar di- ciendo que los perdono con toda mi alma, y que desde hoy en adelante son acreedores .á mi amor y á mis pobres oraciones, porque Jesucristo me manda amará quien me aborrecs y rogar por quien me maldiga me calumnie. A los que dicen que el celibato y la virginidad en el mundo es cosa antisocial, porque puesta en práctica quedarían despoblados los reinos y naciones, les diró que duerman en paz y descansen tranquilamente, porque la virginidad (lo mismo que el celibato) supone un temple de alma y una fuerza tan grande de voluntad, que nunca será patrimonio más que de un reducido número de personas, que po- demos llamarlos ángeles de la tierra. A quien diga que mi teoría es una novedad insos- tenible, le digo que aquí estoy yo para sostenerla confirmarla y defenderla, de palabra y por escrito, dónde, cómo, cuando y siempre que sea necesario; y en cuanto á novedad, lejos de ser una cosa nueva en el mundo, es tan antigia como la Iglesia de Jesucris- to; y para afirmar lo contrario, se necesita ignorar por completo la historia eclesiástica, Ó poseer esa 1n- creible frescura que se llama mala fe. ¿Será necesario argumentar y traer razones para probar que el celi- bato y estado de virginidad, fuera del claustro, es una cosa antiquísima en la Iglesia, tan antigua, que data desde los tiempos apostólicos? No; para esto no