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295 mos por experiencia que El es alegría de nuestras tristezas, consolador de nuestras aflicciones, san- tificador de las almas, dádivadel Altísimo y unción regeneradora, que levanta lo caido, purifica lo man- chado, alumbra lo obscurecido, sana lo enfermo, endereza lo torcido, alienta lo cansado, fortalece lo débil, y dá vigor para que volemos hasta el monte santo de Dios. Razón será, pues, mi cara Teófila, que nos prepa- remos para recibirle, aparejándole en nuestros COra- zones una digna morada. Á nuestras puertas ha de llegar ese Espíritu santificador, cuya inmensidad lo llena todo; no le dejemos pasar sin rogarle que entre, y nos visite y nos consuele, y nos llene de sus dones inefables, que así lo hará, si selo pedimos. Salgamos á recibir con amor, al que con amor viene á consolar- nos, y deseemos de veras recibirle, pues El de buena gana se aposenta donde es bien deseado, puesto que ha dicho tener sus delicias en morar con los hijos de los hombres. ¡Oh;,si supiéramos lo que debemos al Espíritu Santo, cuánto más le amaríamos! Y si cor nociéramos los dones que trae al alma, con cuánto más fervor le invocaríamos y desearíamos recibirle! Esta es ciertamente una de las cosas que me dan pena cada vez que la considero, el ver lo poco conoci- do y poco amado que es el Espíritu Santo. Es verdad que siendo un mismo Dios, con el Padre y con el Hi- jo, porseruna sola la esencia de las tres Personas divi- nas, á El yan dirigidas también todas las adoraciones que sedirigenal Padreyal Hijo; pero así y todo noes bastante amado en su propia personalidad, si es lícito expresarnos de esta suerte; y esto digo que es triste, porque los beneficios que nos ha hecho esta tercera persona de la Trinidad beatísima, no son menores que los que debemos á la primera y á la segunda. Al Pa- dre, como á principio eterno de quien procede todo cuarito existe, se atribuye la obra de la creación, al Hijo laredención, y al Espíritu Santo la sant ificación:
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