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XLI La tibieza. dolencia del alma: síntomas de esa enferme- dad: cuán nauseabunda es para Dios: sus remedios. A ana Teófila: Aunque ausente por unos días S4)* de mi querido convento y agobiado por los 24 quehaceres y ocupaciones quetrae consigo una misión, no quiero interrumpir nuestra corresponden- cia ni dejar sin contestación tu apreciada, Así, pues, aprovechando los ratitos de descanso, te escribo la presente para decirte que me dan temor y lástima es- tas palabras de la tuya: «Tengo tentaciones de aban- donar la vida espiritual; en ninguna de sus prácticas hallo gusto y quizás será porque estoy llena da tibieza. Pecadora no quiero ser: ¡Dios me libre! Santa no puedo serlo, por más que lo deseo; y así debo con- tentarme con una vida mediana, sin aspirar á cosas superiores á mis fuerzas.» ¿Qué es esto, amada Teófi- la? ¡Tibieza! ¡contentarte con una vida mediana! ¡no aspirar á cosas superiores á tus fuerzas! ¿Sabes lo que eso significa? Mira que Jesucristo ha dicho que el reino de los cielos no se alcanza sin violencia; y si desde hoy en adelante yes á pensar en todo menos en violentarte á tí misma, ya puedes darte por deshere- dada del reino de los cielos.
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