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281 trando y come por fuerza, comulgas sin gusto y hallas menos sabor en el Pan de los ángeles que en la comida material. Lleyas tu cruz sin alivio inte- rior, y en vez de la secreta dulzura que suavizaba tas penas, sientes ahora una amargura indecible, una cruz oculta, mayor que todas las cruces, una soledad tristísima y un desamparo insufrible, como si Dios te hubiera abandonado,sin saber tú la causa, porque de nada te remuerde la conciencia. Todo esto que me dices es muy triste, querida Teófila; y pensando hallar algún alivio á tu mal, me preguntas, por qué se porta Dios así contigo, por qué retira ó niega al alma sus divinos consuelos, y qué debes hacer en tan críticas circunstancias para no desfallecer y ser infiel á la bondad divina. Por qué se porta Dios así contigo, escosa que no sabré decirte con precisión; pero sí te diré las causas y ra- zones que le obligan á retirarle ó negarle al alma sus dulces consolaciones para que en vista de ellas se tranquilice tu espíritu. Mas antes quiero decirte, que harías muy mal, si por no hallar gustosni lágri- mas en los ejercicios devotos, desconfiaras de Dios, creyéndolo enojado contigo, porque ya no te muestra aquel rostro placentero que antes solía; y lo harías todavía peor, si dejaras las prácticas de piedad y buscaras las consolaciones humanas, porque te fal- tan las divinas, llamando á las puertas de la carne, porque te han cerrado las del espíritu. ¡Ay de tí si hicieras esto! Porque entonces te parecerías á la ma- lograda semilla del Evangelio, que mientras le duró la humedad de las lluvias primayerales, estuvo ver- de y creció; pero falta de rocío y expuesta á los ardores del verano, marchitóse, y pereció sin dar fruto. Pues viniendo á nuestro asunto, has de saber que Dios quita unas veces esos consuelos á sus siervos, por sus ingratitudes y faltas: y otras por bien de ellos mismos, sin que haya culpa de su parte: y pues
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