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e do e .- XL Desolaciones interiores: sus causas: cómo se debe portar el alma en ellas. 3 E v srimapa cuanto afligida Teófila: Buena, pero , buena, viene tu carta! Después de leída, cual- quiera te tendría por un Job atribulado ó por un Jeremías perseguido, trasladando al papel las sublimes lamentaciones de su acongojado espíri- tu. El misericordioso castigo de Dios que en mi últi- ma te anunciaba, dices que ha caido sobre tí, como deshecha borrasca, privándote nuestro Señor de sus divinos consuelos; y que á la ausencia de esos con- suelos, ha seguido una desolación tan espantosa en tu espíritu, que no te deja vivir ni hacer nada bueno. Sientes gran repugnancia á las mortificaciones, y á todo lo que sea obra de piedad; yas á la oración con un corazón frío, estás en' ella distraída, sales fa- tigada, tornas á ella sin gusto, y tienes que hacerte suma violencia para no volver atrás. Delante de Dios estás sin recogimiento, sin afecto interior y con una indiferencia glacial. Á confesarte vas arras- '

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