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La devoción sensible también puede ser indicio casi seguro de la caridad y pureza de un alma; pero no es señal infalible de esto por las causas arriba menciona- das. Esa devoción es un favor divino del cual puede usarse bien ó mal; y abusa de ese don quien, debien- do servirse de él para más agradar á Dios y mortif- carse á sí mismo, lo emplea en su propia satisfacción, no pensando más que en gozar el beneficio, sin traba- jar por la gloria del bienhechor. Esta es la sensuala- dad espiritual que reprende y afea tanto San Juan de la Cruz, porque con ella se aficiona uno más al favor que al favorecedor, buscando más bien el re- galo que á la bondad divina del regalador. Por eso Dios castiga muchas veces á esas almas sensuales, quitándoles la devoción sensible, castigo que envuel- ye en sí una gracia muy grande, pues entonces obra Nuestro Señor con el cariño de un padre amoroso que quita á su hijo la golosina que le daña y enfla- quece dándole en su lugar un purgante para curar el mal causado por la gula. Por lo tanto, querida Teófila, si alguna vez te ves privada de esos consuelos y dulzuras que ahora sien- tes, mira no sea por esta causa, aunque son otras muchas las que pueden contribuir á ello; pero sea. la que fuere, ten entendido que así como las golosinas y dulces no robustecen al ouerpo, así tampoco la de- voción sensible robustece ni santifica á las almas. La que la santifica es la devoción substancial que dije al principio; devoción que te desea muy de veras tu afectísimo Padre, Fr. AMBROSIO.
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