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278 sensibles, y que estos pueden degenerar en ilusiones y engaños que extravían al alma enel verdadero camino de la perfección. Con esto entenderían de úna vez que la devoción es una cosa formal, grave, seria, de voluntad resuelta, de ánimo vigoroso; y no desmayarían ni caerían en el desaliento por no ha- llar esas lagrimillas y regalos que ellos buscan en sus devociones; no porque eso no sea cosa buena y deseable, que sí lo es; sino porque no consiste en eso la verdadera devoción. Los frutos duleísimos que este árbol de la devoción produce, son tantos y tan preciosos, que de ellos se podría hacer un tratado especial. Mi seráfico Doctor San Buenaventura los compendia en uno de sus mís- ticos opúsculos, diciendo que la devoción ilumina el entendimiento, inflama la voluntad, fortalece al alma, hace aborrecer los pecados, ordena las acciones, re- frena la lengua, compone el exterior, hace grata la ciencia de la fe, convierte la esperanza en seguridad, enciende la llama del amor divino, hace familiar 4 Dios, da certidumbre de alcanzar lo que se pide, endulza la oración, vuelve al corazón humilde, da constancia en las adversidades, hace deleitables las buenas obras, eleva la mente al cielo, hace desprecia- ble al mundo, borra los pecados, aumenta los mereci- mientos, edifica al prójimo y ahuyenta á los degmo- nios. Todos estos frutos atribuye mi Seráfico Maestro á la devoción, y muestra ser así, aplicando á cada tino de ellos un verso de la Sagrada Escritura, que yo he omitido aquí en obsequio á la brevedad. Resumiendo, pues, la materia objeto de esta carta, te diré, que en la devoción espiritual hay una suavi- dad superior al gusto de los sentidos; suavidad pocas veces experimentada de las almas que se contentan con una devoción común, pero frecuente en las al- mas verdaderamente espirituales que participan en esta vida de los goces purísimos de los ángeles, por asemejarse á ellos en la caridad yen la pureza santa.

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