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273 vores. Cuántos y cuán sabrosos sean estos frutos, es asunto que merecía tratarse por separado para con- fasión de los que menosprecian y hacen poco caso de los consuelos espirituales; pues estos nos infunden desprecio del mundo, deseos y ansias de los cosas qe- lestiales, llenan la mente de santos pensamientos, ha- cen agradable la práctica de las virtudes, mantienen la paz del alma, ensanchan los horizontes del espíri- tu, dan inteligencia de las cosas divinas, endulzan las amarguras de la vida, hacen sabroso el padecer por Dios, avivan la llama del amor divino, y nos ha- cen correr por la senda de la perfección, como corre sobre un mar tranquilo el barco cuyas velas van hen- chidas por un viento bonancible. Estos y otros mu- chos que no cuento, en gracia á la brevedad, son los misteriosos frutos de los divinos consuelos, frutos cu- ya ignorancia es causa de que nose aprecien en lo que valen las mercedes interiores que Dios nos hace. Y aquí doy por terminada la presente, despidién- domede tí hasta otrodía. Adiós, pues, mi amada Teó- fila, que el Espíritu Santo te llene de sus inefables dones; y el que por excelencia se llama Consolador, de- rráme sobre tu alma tan celestiales consuelos, como te desea tu afectísimo Padre, Fr. AMBROSIO.

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