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269 »Dios y practicar las virtudes: otras, en que hay »mucho peligro de perderse por ese camino de »las consolaciones, por ser un camino sujeto á ilusio- »nes y engaños del enemigo: y así, mostrando poco »aprecio de los favores divinos, convinieron todas en »que V. no estuvo acertado al darme aquel consejo. »Esto no dejó de molestarme y de producirme pasa- »jeros temores; y aunque yo tengo la seguridad de »que V. no meengaña, con todo (sino lo toma us- »ted á mal) desearía que me desvaneciera estas obje- »ciones de mis amigas, no porque yo tenga gran ne- »cesidad de ello, sino para saber defenderme y traerlas »á razón, si ocurre alguna vez otro-caso semejante.» Pues comenzando por el principio, te diré, queri- da Teófñila, que yo soy el que verdaderamente sé extraña de la extrañeza de tus amigas, y se escan- daliza de su escándalo; pues, si aquí hay algo de extraño y escandaloso, es precisamente que ellas: se metan á juzgar doctrinas que no entienden y á des- preciar lo que los santos apreciaron y tuvieron en mucha estima. Siempre se ha dicho que la ignorán- cia és atrevida, y arrogante la soberbia, y el efeo- to del atrevimiento y de la arrogancia suele ser unó mismo en el orden espiritual. Yo compadezco muy de veras á quien no sepa por experiencia lo que son las consolaciones divinas, porque este tal no podrá apreciarlas ni hablar bien: de ellas: y compadezco más todavía al alma soberbia que no ha gustado cuán suave es el Señor, porque esta despreciará de hecho los regalos y favores espirituales; y los des- preciará por no verse condenada por su propia sen» tencia en el tribunal de su conciencia misma. Hay personas que por su soberbia son incapaces de gus- tar las celestiales dulzuras que Dios derrama sobre los humildes: hay otras perezosas y negligentes, que por su dejadez y abandono son indignas de gozar las delicias interiores que Dios dá á los diligentesy fervorosos; y como esas personas orgullosas y tibias
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